sábado, 3 de septiembre de 2011

Razones impostergables determinaron me ausentara por una semana. Pensé, mientras resolvía mis asuntos,  en las piedras que miran al tiempo y el minúsculo del que goza el ser humano, y redacté lo siguiente:


Ha llegado tantas veces a ese lugar
de historias que nada llama su atención,
deberá volver una y otra vez,
no hay dios o demonio capaz de impedirlo.

Camina lentamente la viejísima doncella
arrastrando su deforme y macilenta  figura,
de horroroso rostro, un conjunto de huesos
¡….que  lejos estamos de adivinar…! esconde
tinieblas, ausencias presentes y un retorno
sin camino si se puede comprender.

Observa la habitación, el misterio que
atesora la vida convirtiéndola en llanto
es el premio a su tétrica constancia,
el joven de su propósito la ve y le dice
¡..no te tengo miedo..!

Del  interior de su negro vestido, emerge
la esquelética mano derecha, debe posarse
en la frente del muchacho y su tarea habrá
terminado, mas, el brillo de esa mirada
resiente los puntos ígneos donde jamás
existió la compasión.

La espantosa doncella, retrae los huesos,
el peso de las batallas libradas así lo ordenan,
agita temblorosa, entonces, con la izquierda
la guadaña,  el joven vuelve a decir
¡…no te tengo miedo…!.

La vieja mueve de improviso la cadavérica cabeza
y la negra capucha descubre su macabro interior,
sobre el cráneo amarillento danzan
como los tentáculos de una ameba, tres trenzas doradas,
las llamas de los puntos ígneos recobran su secreto poder.

El joven no se puede mover ni cerrar los ojos,
el pánico lo ha invadido y ¡no la deja de mirar!
la gastada derecha de la vieja prostituta vuelve a asomar,
¡lo tiene a su merced!, los huesos malolientes
de la persistente doncella se acercan a la frente,
de pronto el mozo con el último aliento dice
¡…no te tengo miedo…!

La vieja desaparece, la encontramos en una Isla cuyas
dimensiones son imposibles de calcular, los luceros  
alumbran de noche, el canto de los ruiseñores, mirlos,
jilgueros y colibríes reciben la mañana, esta cubierta
de tulipanes, rosas, jacintos y claveles.

Bellas cascadas, arroyuelos cantarines de pececillos
dorados la rodean por doquier, la muerte encorvada
apenas si puede contemplar el esplendor de la Isla
que no puede disfrutar.

Ahí sentada debe esperar; un extraño papel
negro con letras blancas arrastrado por la brisa
termina posándose a sus pies, el nombre del joven
al que hacía muchos años atrás visitara aparece
escrito en él.

José Guillermo Anderson Anderson
01-09-2011













.


No hay comentarios:

EXISTEN CUERVOS QUE NO SON MENSAJEROS DEL MAL, SON EL MAL MISMO

Mi esposa continúa AGRAVANDOSE, NO DUERME, solo dormita por escasos minutos sentada en una silla y a punto de caerse por su joroba, pues aho...