Días atrás, de regreso a casa, en el interminable viaje del Centro de Lima a Cieneguilla, contrastaba la diferencia brutal entre distritos como La Victoria y San Isidro, aquel sin crecimiento significativo en los últimos 30 años, cubil de delincuentes, droga, prostitución, alcoholismo y sabrá el demonio que otras lacras más, producto de la miseria y el olvido; El otro, de lejos el más rico del Perú, cuna del lujo y el poder donde se decide el futuro de la Patria, observé a una dama cuyo rostro, además de los años, reflejaba profunda tristeza; Escribí entonces el primer verso del poema que en seguida trascribiré, los demás los he ido incorporando, siempre pensando en esa noche, para terminarlo hoy, 01 de julio a las once de la mañana.
LA TRISTEZA
Tiene la tristeza del
viejo campanario,
escondiendo sus penas
en un repique de llanto.
Difusas e incansables
ondean formas en el frío
asfalto, señalan el camino
de excluyente destino.
El hambre de mil días
hoy suman dos mil, del festín
incierto de panes viles,
emergen los pobres de ayer,
sacudiendo los huesos del
amigo que no recuerda tenerlos.
!Nación combi!, leo en fugaz
momento, mientras el artista
dueño de su libertad,
tiempla las cuerdas de la
guitarra para contarnos sueños
en dulces y amargos versos.
José Guillermo Anderson Anderson
01 de julio de 2012
Los derechos son del ser humano
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