Platón sobre la vejez
Publicado el: 28 abril, 2021
—Yo, Céfalo —le dije—, me complazco infinito en conversar
con los ancianos. Como se hallan al término de una carrera que quizá habremos
de recorrer nosotros un día, me parece natural que averigüemos de ellos si el
camino es penoso o fácil, y puesto que tú estás ahora en esa edad, que los
poetas llaman el umbral de la vejez, me complacería mucho que me dijeras si
consideras semejante situación como la más penosa de la vida, o cómo la
calificas.
—Por Zeus, Sócrates —me respondió—, te diré mi pensamiento
sin ocultarte nada. Me sucede muchas veces, según el antiguo proverbio, que me
encuentro con muchos hombres de mi edad, y toda la conversación por su parte se
reduce a quejas y lamentaciones; recuerdan con sentimiento los placeres del
amor, de la mesa, y todos los demás de esta naturaleza, que disfrutaban en su
juventud. Se afligen de esta pérdida, como si fuera la pérdida de los más
grandes bienes. La vida de entonces era dichosa, dicen ellos, mientras que la
presente no merece ni el nombre de vida. Algunos se quejan, además, de los
ultrajes a que les expone la vejez de parte de los demás. En fin, hablan sólo
de ella para acusarla, considerándola causa de mil males. Tengo para mí,
Sócrates, que no dan en la verdadera causa de esos males, porque si fuese sólo
la vejez, debería producir indudablemente sobre mí y sobre los demás ancianos
los mismos efectos. Porque he conocido a algunos de carácter bien diferente, y
recuerdo que, encontrándome en cierta ocasión con el poeta Sófocles, como le
preguntaran en mi presencia si la edad le permitía aún gozar de los placeres del
amor y estar en compañía de mujer, «Dios me libre —respondió—, ha largo tiempo
he sacudido el yugo de ese furioso y brutal tirano». Entonces creía que decía
la verdad, y la edad no me ha hecho mudar de opinión. La vejez, en efecto, es
un estado de reposo y de libertad respecto de los sentidos. Cuando la violencia
de las pasiones se ha relajado y se ha amortiguado su fuego, se ve uno libre,
como decía Sófocles, de una multitud de furiosos tiranos. En cuanto a las
lamentaciones de los ancianos que se quejan de los allegados, hacen muy mal,
Sócrates, en achacarlos a su ancianidad, cuando la causa es su carácter. Con
cordura y buen humor, la vejez es soportable; pero con un carácter opuesto, lo
mismo la vejez que la juventud son desgraciadas.
*El proverbio al que hace mención es: «Las personas de la
misma edad gustan de estar juntas». (Fedro, 240c). (PA).
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