martes, 24 de abril de 2012

La Palabra

LA PALABRA

Desde muy antiguo, el ser humano ha demostrado el poder de la palabra escrita o hablada, excepcionales hombres y mujeres a lo largo de la historia han utilizado el lenguaje para evidenciar logros, errores, señalar necesidades, declarar la guerra o firmar la paz, también,  para la diatriba, la ofensa, para engañar, manipular, por envidia, incapacidad, para complotar, satisfacer ambiciones, para expresar amor, dolor, en fin, para bien o para mal.

El humano es la creación más compleja de la naturaleza y la palabra es el sumo, de sus miserias y virtudes, por la palabra los ilustrados someten al que no sabe, utilizándolo para su beneficio, mezquinando reconocimientos, direccionando su conducta en busca del caos, la Segunda Guerra Mundial es imperecedero ejemplo de su poder.

En esta aldea global, queda muy poco para descubrir en el hombre, el misterio del pensamiento, tal vez sea la frontera por cruzar.

Que ruin es aquel escribidor que utiliza la palabra porque no puede alcanzar el lugar al que otros han llegado -Julio César victimado por la mano de Brutus, ejecutor de uno de los más oscuros crímenes de la Roma imperial es prueba suficiente-  se solaza en su mendaz conducta, en su diminuta gloria de poder, está perdido en el laberinto de sus limitaciones y la oscuridad de sus pasiones.

La palabra es todo ello y además,  por definición, el arte de la defensa, con el que nunca cuenta quien, contra el sentido común y la lógica, sostiene como verdad inmutable lo que Sócrates  preguntando probó falso.

Pero los sofistas de la era moderna, están lejos de los cuestionados por el gran ateniense.

La palabra es educación, es moldear el espíritu, es un constante aprendizaje, es valor a toda prueba, es honesta y justa, pero sobre todas las cosas la palabra es el Sol al medio día.

Vana por funesta la conducta de los modernos azuzadores o debería decir Catilinas, para los jóvenes y los no tantos, es prioritario, sino lo han hecho ya, repasar las Catilinarias de uno de los más grandes oradores que nos legó la Historia de Roma (Cicerón).

Pensemos juntos, amable lector, en la palabra y encontremos la verdad o mentira que se esconde veleidosa en cada una de sus grafías.


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