En el enlace que compartiré -incluido mi comentario inicial- he leído un análisis de la coyuntura actual analizada de manera general pero afincada no en la ideología sino en el quehacer cotidiano, retos y futuro de la izquierda en el viejo Continente, pero podemos pensarlo en función de la realidad latinoamericana.
https://marxismocritico.com/2016/04/04/la-izquierda-tiene-que-repensar-su-aparato-teorico-y-tactico/
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COMENTARIO
Si en el Perú existe gente de izquierda pensante no viejos que dicen ser
de izquierda pero defienden el consumismo y atizan el miedo del que se sacuden
cuando los eventos que demandan su participación terminó, lean este artículo.
Léanlo sin apasionamiento, un tema que puede unir y concentrar el descontento popular es el punto inicial de la transformación.
¿Porqué no la derogación del Sistema Privado de Pensiones y una reforma integral del sistema pensionario donde la participación del trabajador activo o pensionistas sean la columna vertebral de la fiscalización en el proceso de inversiones?.
Mientras sigamos alentando el consumismo y pensemos en la pequeña cuota de poder que se pueda alcanzar explotando el descontento popular nada cambiará.
Léanlo sin apasionamiento, un tema que puede unir y concentrar el descontento popular es el punto inicial de la transformación.
¿Porqué no la derogación del Sistema Privado de Pensiones y una reforma integral del sistema pensionario donde la participación del trabajador activo o pensionistas sean la columna vertebral de la fiscalización en el proceso de inversiones?.
Mientras sigamos alentando el consumismo y pensemos en la pequeña cuota de poder que se pueda alcanzar explotando el descontento popular nada cambiará.
“La izquierda tiene que repensar su aparato teórico y
táctico”: David Harvey
David Harvey, uno de los
pensadores marxistas más prominentes de nuestro tiempo, se sentó con el
activista colectivo AK Malabocas a discutir las transformaciones en el modo de
acumulación capitalista, la centralidad del terreno urbano en las luchas de
clase contemporáneas, y las implicancias de todo esto para la organización
anti-capitalista.
AK Malabocas: En los últimos
40 años, el modo de acumulación capitalista ha cambiado globalmente. ¿Qué
significan estos cambios para la lucha contra el capitalismo?
DH: Desde una perspectiva
macro, cualquier modo de producción tiende a generar un tipo distintivo de
oposición, la cual es un espejo curioso de sí mismo. Si miras atrás, en los ’60
o ’70, cuando el capital estaba organizado en grandes formas corporativas,
jerárquicas, tenías estructuras de oposición que eran corporativas, tipos
sindicalistas de aparatos políticos. En otras palabras, un sistema fordista
generaba una oposición de tipo fordista.
Con el quiebre de esta forma de organización industrial, particularmente en los países capitalistas avanzados, se terminaba con una configuración del capital mucho más descentralizada: más fluida sobre el espacio y el tiempo que lo pensado previamente. Al mismo tiempo veíamos el surgimiento de una oposición que está ligada a las redes, a la descentralización y a la que no le gusta la jerarquía y las formas previas de oposición de tipo fordista.
Con el quiebre de esta forma de organización industrial, particularmente en los países capitalistas avanzados, se terminaba con una configuración del capital mucho más descentralizada: más fluida sobre el espacio y el tiempo que lo pensado previamente. Al mismo tiempo veíamos el surgimiento de una oposición que está ligada a las redes, a la descentralización y a la que no le gusta la jerarquía y las formas previas de oposición de tipo fordista.
Así, que de una manera curiosa,
las y los militantes de izquierda se reorganizan a sí mismos en el mismo modo
en el que la acumulación del capital se reorganiza. Si entendemos que la
izquierda es una imagen en espejo de lo que estamos criticando, entonces tal
vez lo que debamos hacer es romper el espejo y salir de esta relación
simbiótica con aquello que estamos criticando.
MK: ¿En la era fordista, la
fábrica era el principal sitio de resistencia. Dónde podemos encontrarla ahora
que el capital se ha movido lejos del piso fabril hacia el terreno urbano?
DH: Antes que nada, la
forma fabril no ha desaparecido. Todavía encuentras fábricas en Bangladesh o en
China. Lo que es interesante es cómo el modo de producción en las ciudades
centrales cambió. Por ejemplo, el sector logístico se ha expandido: UPS, DHL y
todos sus trabajadores y trabajadoras están produciendo valores enormes hoy en
día.
En las últimas décadas, un gran
cambio tuvo lugar en el sector servicios también: los más grandes empleadores
de mano de obra en la década de 1970 en los Estados Unidos eran General Motors,
Ford y US Steel. Los más grandes empleadores de mano de obra hoy son Mc
Donalds, Kentucky Fried Chicken y Walmart. Antes, la fábrica era el centro de
la clase obrera, pero hoy encontramos a la clase obrera más que nada en el
sector servicios. ¿Por qué diríamos que producir autos es más importante que
producir hamburguesas?
Desafortunadamente la izquierda
no se siente cómoda con la idea de organizar a los trabajadores y trabajadoras
de la comida rápida. Su imagen de la tradicional clase obrera no encaja con la
producción de valor de los trabajadores y trabajadoras de servicios, los de
distribución, de restaurants, de los supermercados.
El proletariado no desapareció,
pero hay un nuevo proletariado que tiene características diferentes del que
tradicionalmente la izquierda solía identificar como la vanguardia de la clase
trabajadora. En este sentido, las y los trabajadores de Mc Donalds se convirtieron
en las y los trabajadores metalúrgicos del siglo XX.
MK: ¿Si esto es lo que es el
nuevo proletariado, cuáles son los lugares desde organizar la resistencia hoy?
DH: Es muy difícil de
organizar en los lugares de trabajo. Por ejemplo, las y los trabajadorss de la
distribución se mueven de un lado a otro. Así que esta población tal vez podría
organizarse mejor fuera del lugar de trabajo, quiero decir, en sus estructuras
barriales.
Hay una frase interesante en el
trabajo de Gramsci de 1919 que dice que organizarse en el lugar de trabajo y
tener concejos fabriles está muy bien, pero que deberíamos tener también
concejos en los barrios también. Y los concejos de los barrios, dijo, tienen un
mejor entendimiento de lo que son las condiciones de toda la clase trabajadora,
comparado con el entendimiento sectorial de la organización en el lugar de
trabajo.
Las organizadoras y organizadores
fabriles solían saber muy bien lo que un trabajador metalúrgico era, pero no
entendían lo que el proletariado era como un todo. La organización barrial
habría incluido, por ejemplo, a los trabajadores y trabajadoras de la limpieza
urbana, de la distribución y las trabajadoras doméstica. Gramsci nunca tomó
esto y dijo: “Vamos! el Partido Comunista debería organizar asambleas barriales”
No obstante, hay algunas
excepciones en el contexto europeo donde los partidos comunistas organizaron,
de hecho, concejos barriales, porque no podían organizarlos en las fábricas,
por ejemplo en España. En la década de 1960 esta era una forma de organización
muy poderosa. Por ello, como he discutido por un largo tiempo, deberíamos ver
la organización barrial como una forma de organización de la clase. Gramsci
sólo lo mencionó una vez en sus escritos y nunca lo desarrolló más en
profundidad.
En Gran Bretaña en los ’80, hacía
formas de organización laboral en plataformas a lo largo de la ciudad, sobre la
base de concejos de oficios, que estaban haciendo lo que Gramsci sugirió. Pero
dentro del movimiento sindical, estos concejos siempre fueron mirados como formas
inferiores de organización laboral. Nunca se los trató como un componente
fundacional de cómo el movimiento sindical debería operar.
De hecho, ocurrió que los
concejos de oficios fueron a menudo mucho más radicales que los gremios
tradicionales y eso era porque estaban basados en las condiciones de toda la
clase trabajadora, no sólo de los sectores más privilegiados de la clase. Así,
al punto de que estos tenían una definición mucho más amplia de la clase, los
concejos tendieron a darse políticas mucho más radicales. Pero esto nunca fue
valorado por el movimiento sindical en general, siempre fue mirado como un
espacio en el que lxs radicales podían actuar.
Las ventajas de esta forma de
organización son obvias: supera la brecha entre organizarse de manera
sectorial, incluye todas las formas de trabajo “desterritorializado” y es muy
adaptable a nuevas formas de organizaciones comunitarias y de base asamblearia,
como Murray Boockchin planteó, por ejemplo.
MK: En las recientes oleadas
de protesta -en España y Grecia, por ejemplo, o el movimiento Occupy- puedes
encontrar esta idea de “localizar la resistencia”. Pareciera que estos
movimientos tienden a organizarse alrededor de cuestiones de la vida cotidiana,
más que en torno a grandes cuestiones ideológicas en las que la izquierda
tradicional solía enfocarse.
DH: Por qué dirías que
organizarse alrededor de la vida cotidiana no es una de las grandes cuestiones.
Yo creo que es una de las grandes cuestiones. Más de la mitad de la población
mundial vive en ciudades, y la vida cotidiana urbana es a lo que la gente está
expuesta y en lo que encuentra dificultades. Estas dificultades residen tanto
en la esfera de realización del valor como en la esfera de la producción del
valor.
Este es uno de mis más
importantes argumentos teóricos: todo el mundo lee el Volumen I del Capital y
nadie lee el Volumen II. El Vol I es acerca de la producción del valor, el II
es sobre la realización del valor. Al enfocarse en el Vol II, puedes ver
claramente que las condiciones de realización son tan importantes como las de
producción.
Marx a menudo hablaba de la
necesidad de ver al capital como la unidad contradictoria entre la producción y
la realización. Donde el valor es producido y donde es realizado son dos cosas
diferentes. Por ejemplo, mucho valor es producido en China y, de hecho, es
realizado por Apple o por Walmart en los Estados Unidos. Y, por supuesto, la
realización del valor trata de la realización del valor por medio de costoso
consumo de la clase obrera.
El capital puede conceder
salarios más altos en el punto de la producción, pero luego los recupera en el
punto de la realización por el hecho de que los trabajadores y trabajadoras
tienen que pagar alquileres y gastos de vivienda más elevados, costos de
teléfono, tarjetas de crédito y así sucesivamente. Así que las luchas de clase
en torno a la realización, alrededor de viviendas más baratas por ejemplo, son
tan significativas para la clase trabajadora como las luchas acerca de salarios
y condiciones de trabajo. Cuál es el punto de tener un salario más alto si te
es inmediatamente extraído en términos de gastos más elevados para tener un
techo?
En su relación con la clase
trabajadora, los capitalistas han aprendido hace mucho que pueden hacer un
montón de dinero recuperando lo que antes habían entregado. Y, al punto que
-particularmente en los 60 y 70- lxs trabajadorxs se empoderaron de manera
creciente en la esfera del consumo, así que el capital comienza a concentrar
mucho más en extraer valor a través del consumo.
Así que las luchas en la esfera
de la realización, que no eran tan fuertes en los tiempos de Marx, y el hecho
de que nadie lea el maldito libro (Vol II), es un problema para la izquierda
convencional. Cuando vos me decís: “¿cuál es el problema macro aquí?”- bueno,
¡esto es un problema macro! La concepción del capital y la relación entre
producción y realización. Si no ves la unidad contradictoria entre ambos
entonces no vas a tener la imagen completa. Tiene lucha de clases escrita todo
alrededor y no puedo entender por qué un montón de marxistas no logran ver cuán
importante es esto.
El problema es cómo entendemos a
Marx en el 2015. En los tiempos de Marx, la extensión de la urbanización era
relativamente conveniente y el consumo de la clase trabajadora era casi
inexistente, así que de lo único que Marx tenía que hablar era acerca de la
clase trabajadora arreglándoselas para sobrevivir con un salario magro y cómo
eran bastante sofisticados para hacerlo. El capital los dejaba hacer con sus
propios dispositivos lo que les gustaba.
Pero hoy en día, vivimos en un
mundo en el que el consumo es responsable de casi el 30 % de la dinámica de la
economía global; en EE UU llega al 70 %. Así que ¿por qué estamos aquí sentados
y diciendo que el consumo es casi irrelevante, pegándonos al Volúmen I y
hablando acerca de la producción en lugar del consumo?
Lo que hace la urbanización es
forzarnos a cierto tipo de consumo, por ejemplo: tienes que tener un auto. Y tu
estilo de vida está dictado en muchos sentidos por la forma que toma la
urbanización. Y de nuevo, en los tiempos de Marx esto no era significativo,
pero en nuestros días es crucial. Tenemos que amigarnos con formas de
organización que de hecho reconozcan este cambio en la dinámica de la lucha de
clases.
Los grupos que marcaron los
recientes movimientos con su estilo, viniendo de tradiciones anarquistas y
autonomistas, están mucho más metidos en la política de la vida cotidiana,
mucho más que las y los marxistas tradicionales.
Les tengo mucha simpatía a las y
los anarquistas, tienen una mucha mejor línea en este tema, precisamente al
lidiar con la política del consumo y su crítica acerca de lo que el consumo es.
Parte de su objetivo es cambiar y reorganizar la vida cotidiana alrededor de
nuevos y diferentes principios. Así que creo que esto es un punto crucial hacia
el cual mucha de la acción política debería ser dirigida en estos días. Pero
desacuerdo con vos cuando decís que esta no es una “gran cuestión”.
MK: Así que, mirando ejemplos
de Europa del Sur -redes de solidaridad en Grecia, auto-organización en España
o Turquía- parece ser muy crucial para construir movimientos sociales alrededor
de la vida cotidiana y las necesidades básicas en estos días. ¿Ves esto como un
acercamiento promisorio?
DH: Creo que es muy
promisorio, pero hay una clara limitación ahí, lo que es un problema para mí.
La propia limitación es la reticencia para tomar el poder en algún punto.
Bookchin, en su último libro, dice que el problema con las y los anarquistas es
su negación del significado del poder y su inhabilidad para tomarlo. Bookchin
no va tan lejos, pero yo creo que es su rechazo a ver al Estado como un posible
aliado hacia la transformación radical.
Hay una tendencia a considerar al
Estado como enemigo, el enemigo al 100 %. Y hay muchos ejemplos de estados
represivos fuera del control público en el que este es el caso. No hay duda: el
estado capitalista debe ser combatido, pero sin dominar el poder del estado y
sin tomarlo, pronto vuelves a la historia de lo que pasó por ejemplo en 1936 y
1937 en Barcelona y luego en toda España. Al rechazar tomar el Estado en un
momento en el que tenían el poder para hacerlo, los revolucionarios y
revolucionarias de España permitieron que el estado volviera a caer en las
manos de la burguesía y del ala estalinista del movimiento comunista. Y el
estado se reorganizó y aplastó la resistencia.
MK: Eso puede ser cierto para
el estado español en la década de 1930, pero si miramos al estado neoliberal
contemporáneo y el retroceso del estado de bienestar, ¿que queda de estado para
conquistar, para aprovechar?
DH: Para empezar, la
izquierda no es muy buena para responder la pregunta de cómo construimos
infraestructura masiva. ¿Como construirá la izquierda el puente de Brooklyn,
por ejemplo? Toda sociedad reposa sobre grandes infraestructuras,
infraestructuras para toda una ciudad, como el suministro de agua,
electricidad, etc. Yo creo que hay una gran reticencia dentro de la izquierda
para reconocer que necesitamos diferentes formas de organización.
Hay áreas del aparato de estado,
aún del aparato de estado neoliberal, que son terriblemente importantes; el
centro de control de enfermedades, por ejemplo. ¿Cómo respondemos a epidemias
globales como el Ébola o similares? No puedes hacerlo al modo anarquista del
“hazlo tu mismo o tú misma”. Hay muchas instancias en las que necesitas alguna
forma de infraestructura de tipo estatal. No podemos confrontar el problema del
calentamiento global a través de formas descentralizadas de confrontación y
actividades solamente.
Un ejemplo que es frecuentemente
mencionado, a pesar de sus muchos inconvenientes, es el Protocolo de Montreal
para enfrentar el uso de clorofuorocarbono en heladeras para limitar la
afectación de la capa de ozono. Fue reforzada de manera exitosa en los ’90 pero
necesitó de un tipo de organización que es muy diferente a aquella que proviene
de una política basada en asambleas.
MK: Desde una perspectiva
anarquista, yo diría que es posible reemplazar aún instituciones
supranacionales como la OMS con organizaciones confederales que serían
construidas de abajo hacia arriba y que eventualmente arribarían a una toma de
decisiones global.
DH: Quizás a un cierto
grado, pero tenemos que ser conscientes de que siempre habrá algún tipo de
jerarquías y de que siempre enfrentaremos problemas como la responsabilidad o
el recurso correcto. Siempre habrá relaciones complicadas entre, por ejemplo,
gente lidiando con el problema del calentamiento global desde el punto de vista
del mundo como un todo y desde el punto de vista de un grupo que está en el
territorio, digamos, en Hanover o similar, y que se pregunta, por qué debería
escuchar lo que ellxs están diciendo?
MK: Entonces, ¿crees que esto
requeriría alguna forma de autoridad?
DH: No, va a haber
estructuras de autoridad de cualquier modo, siempre las habrá. Nunca he estado
en una reunión anarquista en la que no hubiera una estructura de autoridad
secreta. Está siempre esa fantasía de todo siendo horizontal, pero me siento,
miro y pienso, “oh dios, hay toda una estructura jerárquica acá pero está
encubierta”
MK: Volviendo a las protestas
recientes alrededor del Mediterráneo, muchos movimientos se han concentrado en luchas
locales. ¿Cuál es el siguiente paso hacia la transformación social?
DH: En algún punto tenemos
que crear organizaciones que sean capaces de ensamblar y reforzar el cambio
social en una escala más amplia. Por ejemplo, será ¿Podemos en España capaz de
hacer eso? En una situación caótica como la crisis económicas de los últimos
años, es importante que la izquierda actúe. Si la izquierda no lo hace,
entonces la derecha será la siguiente opción. Yo pienso -y odio decirlo- que la
izquierda tiene que ser más pragmática en relación a las dinámicas que están
ocurriendo ahora.
MK: ¿Más pragmática en qué
sentido?
DH: Bueno, ¿por qué apoyé
a SYRIZA aunque este no fuera un partido revolucionario? Porque abría un
espacio en el que algo diferente podía pasar y eso era una movida progresiva
para mí.
Es un poco como Marx diciendo: el
primer paso hacia la libertad es la limitación de la duración de la jornada de
trabajo. Demandas muy estrechas abren un espacio para resultados más
revolucionarios, y aún cuando no hay ninguna posibilidad para ningún resultado
revolucionario, tenemos que buscar soluciones de compromiso que sin embargo se
apartan del sinsentido de la austeridad neoliberal y abren el espacio en el que
nuevas formas de organización pueden tener lugar.
Por ejemplo, sería interesante si
Podemos buscara organizar formas de confederalismo democrático, porque en
cierto modo Podemos surgió de un montón de reuniones de tipo asambleario
teniendo lugar a lo largo de España, así que tienen mucha experiencia con ese
tipo de estructura.
La cuestión es cómo conectarán la
forma asamblearia a formas más permanentes de organización, en relación a su
creciente posición como un partido fuerte en el parlamento. Esto también vuelve
a la pregunta de la consolidación del poder: tienes que encontrar maneras de
hacerlo, porque si no la burguesía y el capitalismo corporativo van a encontrar
modos de reafirmarse y tomar nuevamente el poder.
MK: ¿Qué piensas acerca del
dilema de las redes de solidaridad llenando el vacío que dejó la retirada del
estado de bienestar e indirectamente convirtiéndose en un aliado del
neoliberalismo en ese sentido?
DH: Hay dos formas de
organizarse. Una es el vasto crecimiento del sector ONG, pero mucho de eso está
financiado de manera externa, no son organizaciones de base, y eso no se acerca
a la cuestión de los grandes donantes que marcan la agenda, la cual no será una
agenda radical. Aquí nos acercamos a la privatización del Estado de bienestar.
Esto me parece que es muy diferente políticamente a las organizaciones de base
en las que la gente dice “Ok, el estado no se ocupa de nada, así que vamos a
tener que hacernos cargo de nosotros y nosotras mismas” Esto me parece que
tiende a formas de organizaciones de base con un status político muy diferente.
MK: Pero ¿cómo evitar llenar
esa brecha al ayudar, por ejemplo, a gente desempleada para que no sean
exprimidos por el estado neoliberal?
DH: Bueno, tiene que haber
una agenda anti-capitalista, para que cuando el grupo trabaje con gente todo el
mundo sepa que no se trata sólo de ayudarla a arreglárselas sino que hay todo
un intento organizado de tratar de cambiar políticamente el sistema en su
integralidad. Esto quiere decir tener un proyecto político muy claro, lo cual
es problemático con tipos de movimientos no centralizados, no homogéneos, donde
alguna gente trabaja de un modo, otra trabajan de manera diferente y no hay
ningún proyecto colectivo en común.
Y esto se conecta con la primera
pregunta que hiciste: no hay coordinación acerca de lo que son los objetivos
políticos. Y el peligro es que sólo estes ayudando a la gente a arreglárselas y
que no haya política saliendo de ahí. Por ejemplo, Occupy Sandy ayudó a la
gente a volver a sus casa e hizo un maravilloso trabajo, pero en última
instancia, hicieron lo que la Cruz Roja y los servicios de emergencia federales
deberían haber hecho.
MK: El fin de la historia
parece haber pasado de largo. Mirando las condiciones actuales y los ejemplos
concretos de lucha anti capitalista, ¿piensas que “ganar” es todavía una
opción?
DH: Definitivamente; y más
aún, tienes fábricas ocupadas en Grecia, economías solidarias a través de cadenas
productivas siendo forjadas, instituciones de democracia radical en España y
muchas cosas hermosas ocurriendo en muchos otros lugares. Hay un crecimiento
saludable del reconocimiento de que necesitamos ser mucho más amplios y amplias
en lo que concierne a la política en todas esas iniciativas.
La izquierda marxista tiende a
desdeñar un poco estas cosas y creo que está equivocada. Pero al mismo tiempo
no creo que ninguna de estas cuestiones sea lo suficientemente grande en sí
misma como para lidiar con las estructuras fundamentales de poder que necesitan
ser desafiadas. Aquí hablamos de nada menos que del Estado. Así que la
izquierda debe repensar su aparato teórico y táctico.
Original inglés: ROAR
magazine
Traducción: de Gabriela
Mitidieri para Democracia Socialista, editado por VIENTO SUR
Fuente: Rebelión
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