lunes, 21 de marzo de 2011

Hablemos de Poesía V




Armonía Musical
Salvador Dalí

Esta es la única poesía inspirada en una compañera distinta, una flaquita deliciosa y brillante, a la que empecé a admirar, precisamente en la clase de Lengua, ella escogió para el análisis y exposición, la obra de nuestro escritor, Alfredo Bryce Echenique, “Un Mundo para Julius” , fue tan soberbia la presentación que me sentí parte de la trama, algún tiempo después, una noche cualquiera, cuando me dirigía  al salón de clase, la divisé pensativa en el corredor frente a él, ubicado en el segundo piso, la saludé y le pregunté, ¿Charito, crees que está bien que le entregue un poema a una amiga diciéndole lo que siento? – para esto, ella sabía que vivía prendado de la musa de ojos verdes, que citando la letra de un hermoso y viejísimo bolero, diré: “Aquellos ojos verdes de mirada serena, en cuyas quietas aguas un día me miré….”que nunca olvidaré”….- me contestó muy rápido, ¡por supuesto!, abrí mi maletín y saqué el poema que tenía guardado y que no me decidía a entregárselo y le dije, este es para ti. Lo repasó ligeramente, gracias me contestó y lo guardo.

Unos meses antes de finalizar la carrera, un pequeño grupo de amigos, entre los que se encontraba Rosario y no la musa de mis sueños, salimos a tomar un café y una o dos cervecitas, llegamos hasta el jirón de la Unión, la charla que estuvo muy animada terminó, al salir, pasé mi brazo por su espalda con la intención de abrazarla y lo único que logré fue mantenerlo casi rozando su hombro izquierdo, ese era yo, un tímido sin remedio.

Todo lo que he sabido de ella, luego de graduarnos, es que radica en España, donde estoy seguro le debe ir espléndidamente, es inteligente, aguerrida y romántica. 


Esbelta como la dorada espiga del trigal,
delicada y sugerente como la golondrina
en el alfeizar,
decidida y rigurosa como el águila en su hábitat.

Sencilla y primorosa como una rosa de cristal,
Así, como la primavera es Victoria Isabel.

Sus ojos color topacio muy tristes suelen a veces estar,

mientras sus manos, las más humanas que conozco,
cual capullo de mariposa, acariciado por la brisa estival,
danzan nerviosamente, como sosteniendo una teoría que
no sabemos interpretar.

Su joven zorzal la descuida, no comprende en su ansiedad
que en el lugar de aquella mirada acerada,
subyace el amor y la inteligencia más clara.

Que ella engalana la vida, que no es una estrella fugaz,
¡es el lucero del alba!
que mitiga las penas del alma.

¡Es la luz de los tiempos!
que mantiene viva la llama de la esperanza.

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