domingo, 27 de marzo de 2011

¿Debe la Iglesia modificar su férrea defensa de las tierras amazónicas?

Zimbawe


Cuando se vive en las grandes ciudades del país, especialmente en Lima, la frenética vida de esas urbes NO nos permiten “distracciones” que no contribuyen ya, a nuestro “crecimiento personal” , o dar solución a las dificultades que la pobreza y, más aun la miseria causan en quien o quienes las sufren. De manera que  perdemos de vista problemas muy importantes y, ciertamente la posibilidad de pensar en ellos, y, dentro de las limitaciones propias de cualquier humano postular alternativas destinadas a cambiar tal estado de cosas.

Este escribidor vive muy de cerca la realidad  Amazónica que viene siendo depredada por grandes capitales para dedicar extensas áreas de suelo al monocultivo (una sola variedad o especie) que es la más dañina forma de desforestar en la medida que NO se vuelve a sembrar ninguna otra especie maderable en sustitución de los árboles que se talaron.

Igual de dañino  es explotar las riquezas del sub-suelo que contamina ríos y quebradas, adicionalmente el terreno desforestado –cuestión que ignoro- luego de agotada la riqueza interior, nos sugiere una pregunta, ¿volverá o no a ser la tierra fecunda con que la naturaleza  dotó a las Selvas en general?.

Sin perjuicio de todo ello, existen variables como el Convenio 169 de la OIT y que el Gobierno no termina por dictar la Ley respectiva para tranquilidad de las Comunidades y sus ancestrales ocupantes, aun cuando los Convenios Internacionales firmados por los países miembros pertenecientes, en  este caso a la Organización Internacional el Trabajo, se constituyen en Normas Supranacionales que, de presentarse un conflicto entre éstos y la Constitución siempre prevalecerán aquellos mientras el mismo no se “denuncie” (el Estado miembro se aparta del mismo y posiblemente de la Institución).

También el nivel educativo de los indígenas y su relación mágica con la tierra (quien visite la Selva aspirará un aire de misterio y aventura), agregando a ello que los indígenas han vivido por siempre de los recursos que la tierra produce sin un esfuerzo mayor.

Por otro lado la existencia de intereses alrededor de la comercialización ilegal de la madera, en gran medida practicada por amazónicos en unión “non sancta” con algunos dirigentes y Apus de las Comunidades y los “metecos” (los no amazónicos) sus principales compradores.

¿Cómo defiende en la actualidad la Iglesia las tierras de la Selva peruana?

Su principal apoyo son los medios, televisivos en particular, difundiendo formidables documentales sobre la destrucción del medio ambiente producido, entre otras actividades del hombre, por la tala indiscriminada de los árboles; si el que firma y sostiene este punto de vista fuera indígena, sin más preparación que la brindada por la naturaleza y sus secretos, le dicen que van a destruir los árboles, no pensaría en el medio ambiente (es muy probable que ni siquiera comprenda en toda su dimensión lo que ello significa) en primer lugar, bastante tendría con la contaminación de ríos y quebradas que han destruido el habitat de muchas especies que me han ido desplazando lentamente, pensaría digo, en mi sustento y el de mi familia.

La Iglesia y las ONG no sé  si una o más, preparan a los indígenas en la siembra de pescados de la zona (en la práctica, la contaminación viene destruyendo sin prisa pero sin pausa a los peces) y las piscigranjas se han convertido en una excelente alternativa de subsistencia.

No conozco más allá de las informaciones que brindan los medios de la zona, alguna otra actividad con el mismo propósito realizada por los hombres de negro.

Me toca ahora responder la pregunta que encabeza esta entrada.

La respuesta, es SI, ¿porqué?, veamos:

Sin desviar el camino hasta el presente andado, los Jerarcas de la Iglesia y los señores Curas, sus operadores de línea, deben –el conocimiento de la idiosincrasia indígena lo poseen- hacerles ver que los árboles NO están de adorno, son una fuente de riqueza inconmensurable que puede cambiar la vida de todas las comunidades, son un regalo de la naturaleza no sólo para que se alimenten sino para que lo exploten, pero esta transmisión de conocimiento debe alcanzar a todos, en su propia lengua, que la explotación de esa riqueza les permitirá desarrollarse, crecer como individuos sin restar un ápice a sus costumbres, educarse y defender su tierra con conocimientos mayores a los que se generaron por su relación con la tierra.

Se convertirían en sus principales defensores, no unos cuantos con un poco más de educación, que medran   debido a la ignorancia de sus hermanos, sino TODOS porque todos sabrían lo que pierden con el contrabando de su riqueza que la sacan en su presencia, por lo menos en la hora actual.

La Selva, ya no el Perú, es un mendigo sentado en una banca de oro.

Si ustedes amigos lectores tienen algo que decir, con el mayor de los gustos contestaré todas y cada una de sus inquietudes estén o no de acuerdo con mi punto de vista.

Muy pronto su venta virtual
no lo olviden.







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