No te muevas le susurraron al oído, estaba tan lejos de ese lugar que volteó la cabeza instintivamente, ¡no te muevas imbécil, o por pedazos rodará tu cerebro!, Rogelio se paralizó, alcanzó a ver la máscara que cubría el rostro del criminal, ¡esta bien, perdón, no me di cuenta!. No hables, ni parpadees, el enmascarado "amartilló" el arma, sólo entonces Rogelio se percató de esa especie de tubo presionando sobre el Hueso occipital de su cráneo y del peligro que corría; pero ¿Por qué, se preguntó?, era viejo, sin dinero y en los últimos meses el miedo lo invadía al pensar que debía, como todos, partir al encuentro del secreto que nadie revelaba ni lo harían en el futuro.
La temible soledad del Mar había despertado su imaginación, ¡el Océano es fuerza incomparable e inagotable!, un tejido de historias de las que era su protagonista natural, prófugo de la indecencia, la vanidad y cómoda hamaca para los experimentados lobos de Mar.
Sudaba copiosamente, las piernas parecían flecos de papel, no podía mantenerse en pie, el enmascarado no le había dirigido la palabra, el frió de la noche conspiraba, ¡es mi hora!, intentó voltear una vez más, deseaba ver el rostro de la muerte frente a frente, un estallido de indescifrable anaranjado iluminó la pavorosa escena, cayó de bruces sobre el pavimento, ¡Papá, Papá!, lo zarandeaba el mayor de sus hijos...//
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