sábado, 12 de marzo de 2016

Pregunto, ¿podrán responder?

Comparto este cuento corto lo acabo de terminar.

En casi media hectárea amplias zonas verdes un mini bosque diríase, en exclusiva zona y no muy alejada de la Capital, se erguía la imponente mansión. 

Ese día no era común, la silenciosa agitación  del personal constituido sólo por mujeres, atendiendo a los visitantes presentes, preparándose para los que llegarían sin pausa a presentar sus condolencias a la familia, el esposo joven millonario y exitoso empresario falleció en la madrugada de inesperado ataque al corazón, faltaban escasos días para su cumpleaños número 41.

Lupe, era el atractivo fundamental de cuanta reunión de negocios, amicales o de familia organizaban Alfonso y Deborah la hoy muy acongojada viuda; de piel canela había cumplido 50 años y 21 al servicio de la pareja, no estaba casada, tampoco se le conocía compañero alguno ni gustos especiales en este tema, extrañaba su soledad, no había dejado de ser atractiva ni de esforzarse por mantener su bella figura, fuerte de  carácter la contrató el padre del extinto Alfonso don Anselmo, pronto a cruzar la barrera de los 70 años, creador del imperio que su hijo acrecentó mientras estuvo al frente de sus empresas.

Agapita era diligente y trabajadora, su presencia se había vuelto indispensable en esa inmensa Casa, especialmente para Deborah; de 28 años de edad y dos hijos esta pequeña mujer de hermosas y bien torneadas piernas con el cabello recogido muy  sensual al andar, recibió especial encargo de la dueña de casa, doña Prudencia un año menor que don Anselmo,  emplear la mayor parte de su tiempo al cuidado del engreído de ambos, Harrison  su primer nieto de apenas dos años y 8 meses de edad, no habrá un segundo, en sus tertulias antes de dormir comentaba Anselmo a su mujer.

Deborah permanecía sentada muy cerca del ataúd, no miraba ni agradecía la solidaridad de amigos, empleados y conocidos por  los negocios del difunto como de su suegro. De pronto alzó la vista habían presionado su hombro derecho con inusual fuerza en esas circunstancias, un hombre bien parecido de al menos 39 años uno más que Deborah, dijo: lo siento mucho Deby, un imperceptible temblor recorrió su cuerpo, sólo Gonzalo la había llamado así en la Universidad donde también conoció a su fallecido esposo, retiró los oscuros lentes protectores de sus irritados ojos verdes, era Gonzalo sin duda alguna, gracias amigo contestó.

Lupe siempre atenta a los detalles no dejaba de dar órdenes al personal de servicio de la casa, reparó instantáneamente en la reacción de Deborah al quitarse los lentes como en el apuesto señor que la había saludado, no era la ocasión una explosión interior de sentimientos llenaba su mente y corazón, la magia de su atractivo en las reuniones no volvería a presentarse hasta muchos años después cuando el tiempo curó todas sus heridas.

¿Puede el amable lector indicar cuál era el atractivo de Lupe?

Una anciana de buen porte pese a sus 71 años, vivía sola en la vieja y amplia  casa de sus difuntos padres ubicada en un pequeño pueblo costero, visitada por propios y extraños, la magia había vuelto dos años antes y le gritaba a su sobrino –todos eran sus sobrinos ella así lo había decidido- ¡Alfonso! ven pronto, la cena se va a enfriar.








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