domingo, 10 de noviembre de 2019

Cuento, "LEJOS DEL RUIDO"

Cogió el último de sus cigarrillos, lo encendió,  una bocanada de humo con destino y sin pausa, expulsó por la nariz, lo depositó en el gran cenicero de vidrio  para ´poder desvestirse, se metió en la cama, deseaba dormir, mas,  hombre de costumbres tomo el Control Remoto de la televisión, presionó "poder" y, en el cambio de canales se detuvo en uno de cocina, se acomodó, aspiró una vez más el cigarrillo, al que dejó mecánicamente en el cenicero e intentó seguir con atención las indicaciones de preparación, sus ojos se cerraban, estaba tan cansado, los volvía a abrir pero había perdido la secuencia, finalmente se quedó profundamente dormido.

¿Cuanto tiempo pasó? no lo sé, la manija de la puerta giraba en silencio, empezando a abrirse lentamente, de pronto, un ruido extraño y aterrador, Manuel, nombre de nuestro personaje,  se incorporó ¡Quién está ahí!, la puerta detuvo su avance, miró a su rededor, cogió el gran cenicero de vidrio, se levantó con mucha precaución, se acercó a la puerta y con el pié izquierdo le dio un empujón hacía su derecha de manera que quedará completamente abierta para poder lanzar el cenicero a quién había querido entrar con tanto sigilo, no podía pensar en alguien con esas costumbres, pero ¡nada! no había nadie, la oscuridad era inusual, avanzó hasta el umbral, intentó encender la luz pero no pudo, ¡Dios mío!, ¿Que está sucediendo?....., al darse la vuelta para volverse a acostar, alcanzó a divisar, gracias al contraste que a la escena proporcionaba la ventana de la habitación situada a la mano derecha de la cama si estuviera durmiendo, un par de ojos blancos desapareciendo delante de una estela fantasmal  entre las rendijas de esa ventana.

Matilde tocó la puerta de la habitación donde descansaba Manuel, la abrió para que pudiera entrar su cabeza, ¡Papa, Papá!, despierta y se dirigió al cuarto de Miguel, su único hijo, no tocó la puerta, ingresó y le dijo, ¡levantate! ¡vamos a perder  el vuelo!, antes de continuar se detuvo, ¿Es muy extraño que la habitación de Papá no apeste a cigarro?, regresó, entro sin avisar, ¡Papá!, Manuel tenía los ojos fijos en la televisión, ¡Papá¡, sacudió Matilde a su padre para que despertara, sin resultado, fuera de sí gritó: Miguel, Miguel, ¡Tu abuelo no despierta!, el nieto llegó como rayo, no había terminado de ponerse los pantalones, toco la frente de ese viejo a quien quería tanto, estaba fría y daba tanto miedo, agarró con delicadeza la mano helada de Manuel, la colocó en su frente y exclamó en voz muy baja...abuelo.., Mamá, ¡tranquilízate! por favor apaga la televisión, Matilde obedeció no sin antes escuchar que habían muerto 50 personas en una masacre producida en la Iglesia de una Nación de la que no llegó a oir el nombre.




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