Le espeta ante terceros una dama hermosa, a un
viejo, ahora joven ermitaño, ¿Por qué me pides que.....no alcanza a
terminar la frase, la hermosa mujer, desciende con dificultad de una Silla digna
de su historia, antigua, los años de su
reinado no la justifican, no se aprecia
lo que haya sido motivo del espléndido labrado, los vestigios de este permiten
adivinar la destreza de su artesano, heredada de sus ancestros era un tesoro
que la inspiraba y le grita ¡¡MANTENIDO!! en provocadora actitud de poder y
desprecio.
El plebeyo no dice nada, la mira con la tristeza de
los recuerdos y la desesperanza.
Los terceros pobres diablos de un reino que nunca
fue, en silencio, murmurando y sonriendo, con la mezquindad de los desheredados
se marchan, no quieren saber nada de la hermosa dama.
A mi regreso ¡no quiero verlo acá!, a quién, responde
el plebeyo desconcertado, ¡A ÉL contesta furibunda! el anciano guarda silencio y se
queda mirando la Pintura.
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