He soltado una vez más las Orquídeas
blancas de mi mano moribunda,
su peso era demasiado y sus beneficios
se perdían en el voraz apetito de la tragedia.
Los pálidos rayos de luz del nuevo día,
ingresan a mi aposento señalando sus
niveles al compás
del tiempo ajeno
de la vida, en su mágica, muchas veces absurda
constancia, envuelta en los tenebrosos
pétalos de las flores del jardín yermo
y sin esperanzas de la ambición humana.
La demencia se propaga, el virus de la maldad
renace una y otra vez, el engaño es la
columna Jónica del incendiario de todas
las Romas del Mundo nuevo y sus pesadillas,
fuerza invencible también del adulador rastrero
que ha de morir para salvar su existencia
devorando sin desmayo todas sus mentiras.
30-09-2018
José Guillermo Anderson Anderson
Los derechos son del Perú, ¿Puede acaso pensarse
En un fango mejor?
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