viernes, 24 de agosto de 2018

JUAN DE LA PUENTE MEJÍA - Y LA "DIASPORA" LLANERA




El aumento del número de migrantes venezolanos y la respuesta del gobierno han detonado una revuelta xenófoba cuyas posibilidades son ahora inestimables, desde agresiones directas a los migrantes, solo por ser venezolanos, como sucedió hace poco en la ciudad brasileña de Pacaraima (Brasil) o contra los nicaragüenses en Costa Rica; o la formación de movimientos políticos expresamente contrarios a la migración. Sea cual fuese el desenlace, una nueva y poderosa variable se ha instalado en la agenda pública, no para enriquecerla sino para envilecerla. Aquí, tres reflexiones sobre el estado de la cuestión.

COMENTARIO
Cuando reconozcamos a Latinoamérica como la Patria Grande impulsada por Hugo Chávez, sólo entonces podremos llenar  columnas  o emisiones radiales criticando el sentimiento de los desposeídos que no acaban de entender por qué vienen a esta Nación hermanos latinoamericanos en busca, ya no diré de un futuro mejor, sino de sobrevivencia.

No es un punto de partida ni un movimiento nuevo. Ahora desbordada, esta xenofobia se ha labrado a partir de rumores, mentiras y generalizaciones, una tendencia en la que los medios jugaron un papel activo o de omisión. La construcción de un nuevo enemigo público ha sido relativamente fácil en una sociedad racista, conservadora, ejercitada en el rechazo a los migrantes internos. Puede llamar la atención que el sujeto discriminador sea al mismo tiempo discriminado en su propio país, o que tenga lazos familiares con peruanos migrantes maltratados en el exterior (y que se beneficie de los US$ 3.000 millones de remesas por año), pero no demasiado; es la cadena de exclusiones recreada en un vasto discurso excluyente criollo (nos quitan empleo, primero los peruanos, son delincuentes, somos soberanos, llévalos a tu casa, entre otros) donde lo nuevo quizás sea su atropellado despliegue transversal.

COMENTARIO
“La cabra siempre tira pal monte” dice un viejo adagio, Juan de la Puente Mejía, natural de Huánuco, muy suelto de huesos nos dice que los desposeídos –ningún rico, salvo por intereses personales, Ricardo Belmont podría ser un ejemplo- se hace problemas con la “diáspora” venezolana que se viene utilizando sin sonrojo alguno para demostrar a ¡viva voz! Que Venezuela es el infierno pensado por Petrarca y Maduro no busca ninguna Beatriz sino forrase de plata y a su familia de yapa, ¿Por qué? Porque el cuento hasta ahora utilizado por los “demócratas” no dio resultados en Cuba, era necesario reforzar la imagen del caos absoluto, que mejor prueba de ello sino la huida en “masa” de los muy bien alimentados hermanos venezolanos.

También Juan de la Puente Mejía natural de Huánuco nos pretende vender camellos por “cazuela”, ciertamente he leído la justificación que menciona, “¡nos vienen a quitar trabajo!, esta afirmación sólo cabe en mentes sin cerebro o interesadas en ahondar la búsqueda por sobrevivir de los peruanos desposeídos, la pregunta es: ¿Cuál trabajo?, si más de 2/3 de los jóvenes que anualmente intentan incorporarse a la PEA no lo consiguen, terminando como ambulantes, vendiendo caramelos en los buses previo discurso de las desgracias que sufren aumentadas “n” veces o caen en manos de los “emprendedores” viles desgraciados que explotan la necesidad con tanta o más saña que los negreros o gamonales del pasado. Algo más, como buen provinciano también nos arrecuesta la idea del “cholito” de antaño que hoy hace “cholitos” a los limeños, Juan de la Puente Mejía es un buen ejemplo y por supuesto la mayoría de los alcaldes en ejercicio o los que pretenden serlo. ¿Por qué vienen al Perú los hermanos venezolanos, se preguntan los desposeídos que sólo pueden trabajar como ambulantes o esclavos, ¡hasta eso nos quieren quitar!?, para Juan de la Puente Mejía le parece, como buen provinciano, que este reclamo no tiene sentido que es xenofóbico, que compitan con ellos ¡¡que caray!!, ellos venden “arepas”, son ingenieros, médicos, obstretices, enfermeras, ¡¡ustedes sigan con lo suyo!!.


La construcción de un nuevo enemigo que sin embargo es pobre y vulnerable –donde hay niños, ancianos y mujeres cabeza de familia– ha sido atrozmente colaborativo entre una parte de la derecha y otra parte de la izquierda, y otros que se asumen liberales, republicanos, centristas y apolíticos, todo un grupo impasible al dolor que no obstante se resiste en reconocerse como xenófobo. No será el nuestro el primer país donde el rechazo a los migrantes implique un travestismo ideológico y el bochornoso espectáculo de críticos de Trump que, sin recato, repiten sus argumentos contra la migración latina, incluidos los peruanos.

COMENTARIO:
Nuevamente el huanuqueño De la Puente Mejía  escribe sobre la pobreza y vulnerabilidad de los recién llegados, mas, como buen provinciano, no se pregunta el porqué de las cosas.
Que nos explique Juan de la Puente Mejía como una embarazada que, por mal que pueda estar su País, estaría mil veces mejor en él que, recorrer toda Venezuela, Colombia y Ecuador para llegar a Tumbes donde si algo puede obtener es compasión e inspirar pena, ¿Dónde tienen el cerebro esas mujeres?
Juan de la Puente nos quiere “hacer cholitos” seguramente lo logrará pero no estaré  entre sus víctimas.

Existe una relación entre la cólera política ciudadana y la xenofobia. Los venezolanos ingresan a la lista de enemigos en el contexto de una crisis política que ha colocado a los ciudadanos contra el sistema político, a lo que se agrega esta insatisfacción que acaba dirigiéndose también contra el poder. Al detonarse el circuito crisis-migración como una dinámica muy parecida a la que opera en Europa, es fácil el alineamiento partidario con la xenofobia, que no tardará en llegar, pero es mucho más fácil el estreno de políticos inescrupulosos que buscan votos en este tema sensible. Esto sucede con Ricardo Belmont, en lisa para reencarnarse como outsider 30 años después de su primer debut.

COMENTARIO
A otro perro con ese hueso.

La xenofobia votará en las elecciones regionales y locales del 7 de octubre, y por supuesto el año 2021, activando alternativas radicales ya no solo para los migrantes, sino para los temas tocados en su narrativa, como el nacionalismo, la seguridad nacional, la seguridad ciudadana y la protección social. Los partidos que cerraron el sistema político, elevando la valla de entrada al recojo de 800 mil firmas, no calcularon que esta cerrazón implicará que la habitación se llene de un aire raro que tendrán que compartir.

No hay liderazgo contrario. A diferencia de Europa y EEUU, la revuelta xenófoba peruana, por su transversalidad o por la debilidad de las instituciones, carece de voces potentes que se opongan a su mensaje cercenador de derechos y libertades. Las reacciones oficiales son medrosas y escasa de convicciones. Ningún poder del Estado o voz pública reconocida se ha enfrentado al movimiento que legitima un nuevo enemigo público. Esto entra a la contabilidad de la falta de un enfoque de derechos también respecto a la migración. Esta ausencia es muy sentida; resume la falta de entendimiento del papel moral de los líderes en los hitos históricos –este lo es– y sin lo cual lo que se diga luego importa poco.

COMENTARIO

Debe empezar por reconocer que es tan racista como cualquier hijo de vecino que calla en siete idiomas su rechazo por los "cholos sagrados", llegan a ser presidentes haciendo cholitos a todos los peruanos y después le pasan la factura.

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