domingo, 23 de agosto de 2020

MURIERON TRECE DESOBEDIENTES, ¿ESTÁ BIEN?, o SOMOS NOSOTROS LOS CULPABLES

No es la primera vez que sucede y, ni de lejos, será la última. Murieron trece humanos como resultado final de una larga cadena de olvidos, exactamente como los dueños del País olvidaron los motivos que dieron origen al !TERRORISMO!;  más de SETENTA MIL MUERTOS y no aprendieron NADA, desde 1990 han cometido los mismos abusos, olvidos y crearon mayor  miseria, aumentando la desigualdad, que no les asombre pues su REAPARICIÓN.

En el caso de los desobedientes serán trece muertos de los que NO aprenderemos nada y por ello esta bien su muerte. La pregunta es ¿Quienes son los culpables? veamos:

En mi opinión LA SOCIEDAD PERUANA, ¡¡TODA LA SOCIEDAD!!, especialmente el periodismo, debieron haber escuchado a Patricia del Río en RPP, "algo no salió bien" (refiriéndose a la intervención) y buscando culpables, SON ESPECIALISTAS estos mermeleros en enturbiar los hechos.

Ahora, escribir que TODA la Sociedad es culpable no es una afirmación que podemos comparar con un "pan duro" y viejo que devoran con fruición los pobres entre los pobres, debo, estoy obligado a fundamentar la o las razones que me justifican.

Para llegar a esa conclusión he pensado en la economía, sujetos como el que ILEGALMENTE ocupa Palacio de Gobierno y "renombrados" economistas, nos dicen que la economía informal representa el 70% de la población económicamente activa, obviamente no sé cuanto representan si nos referimos al PBI, es posible qué el 30% restante produzca el 70% de la suma de bienes y servicios producidos en el País durante un ejercicio anual.

La informalidad, por definición NO respeta el orden jurídico ni las obligaciones que ellas imponen, constituyen este sector los trabajadores y un grupo de negreros, sinvergüenzas y corruptos a los que se les denomina "emprendedores", la vida de estos demonios también es informal, no les gusta pagar, menos cumplir con los trámites, viven y enseñan a su descendencia a imitarlos, ¡Hagan lo que se les de la gana, porqué si esperan al Estado terminarán como esos "indios" que trabajan en la Fábrica, siendo ellos mismos "indios" muy aprovechados.

No es de extrañar entonces que, por ejemplo,  el dueño del negocio del primer piso sea propietario de la "Discoteca", ¿Cómo obtuvo el permiso de Defensa Civil si por  la puerta de escape, a la que se accedía por unan escalera que NO permitía (el ancho de la escalera) a dos personas juntas?, ¿Cómo la Gerencia de Obras aprobó el proyecto y la Declaración de Fábrica?, ¿Es razonable que en un local donde pueden ingresar CIENTO VEINTE PERSONAS, exista UNA ventana de Cincuenta centímetros de ancho,  COIMEANDO PUES, COIMEANDO, que  recupera el "emprendedor" con el alquiler de ese espacio por una sola noche para fiestas como la de anoche.

Estos son los hechos y se repiten en todos los distritos limeños, ¿Intervenimos ¡¡NOSOTROS!! denunciando la vulneración de nuestros derechos violentados por un maldito emprendedor?

¿Acaso Patricia del Río y todas las arpías de la TV, narradoras de noticias, proponen ideas?, noooo. su tarea es buscar culpables, porque hablar como una lora...¡¡¡POR QUE SE PERMITE QUE ESTOS LOCALES  FUNCIONEN COMOS DISCOTECAS!!!, no soluciona nada, ayer lo cerraron, en un par de meses lo reabrirán y todos se guardan su lengua donde no les da el Sol, "COMO ERA ANTES, HOY Y SIEMPRE".

COROLARIO, SE MURIERON TRECE PERSONAS, NO HAY NADA QUE HACER, ESTÁN BIEN MUERTOS.

Hoy, DOMINGO 23 de Octubre de 2020 se publicó la acostumbrada columna de Alfredo Bullard, profesional del que comento todas sus columnas. La de hoy es una prueba más del porqué TODA la Sociedad peruana es responsable de trece desobedientes.

LEAMOS JUNTOS ESTIMADOS AMIGOS el PENSAMIENTO BULLARD

El circo romano

Los espectadores aplauden las regulaciones desde las redes sociales, sin advertir que es a ellos a quienes van a echar a los leones.

ALFREDO BULLARD

abullard@comercio.com.pe

 

Actualizado el 23/08/2020 a las 07:00

Los fabricantes de velas, preocupados por sus bajas ventas, presentan un proyecto de ley que es entusiastamente acogido en el Congreso. “Hay que dar una ley que ordene tapiar ventanas y tragaluces de las casas”, sentencia un conocido congresista. “Así combatimos la nefasta y desleal competencia que la luz del sol le hace a la industria nacional”.

Basada en una sátira de Frédéric Bastiat escrita en el siglo XIX, la historia no es tan irreal como parece. Los grupos de interés consiguen que se den leyes que nos roban nuestro derecho a elegir.

En España se prohibió a los abogados tener oficinas con puerta a la calle. Los estudios de abogados tenían que contratar locales dentro de edificios. Se dijo que la “dignidad de la profesión” no podía admitir que los abogados atendieran como tenderos. La realidad era que las oficinas de abogados establecidos no querían enfrentar la competencia de pequeños estudios y abogados independientes que entraban al mercado alquilando tiendas que convertían en oficinas.

Las regulaciones suelen ser bienvenidas por quienes no entienden sus implicancias. Toda regulación significa un costo que no es solo el costo de implementar la regulación misma (gasto público necesario para ponerla en vigencia). También genera costos a los particulares: costos de entrada de nuevas empresas al mercado y costos a los consumidores que, por menos competencia, ven aumentos en los precios

Mientras tanto, congresistas y funcionarios nos mienten impunemente justificando sus proyectos de ley y regulaciones en frases genéricas y vacías como “esta ley trae muchos beneficios y no irroga gasto público”. Y mienten porque no identifican qué beneficios traen las medidas, sí irrogan gasto público, y no dicen nada sobre los costos que generan al resto de la sociedad.

A veces nos mienten por ignorancia, simplemente porque no entienden (la verdad, pedirles entendimiento de algo es mucho pedir). Pero muchas veces son mentiras intencionales. Ciertas industrias y empresas consiguen que congresistas, funcionarios y hasta presidentes creen barreras para proteger sus negocios. Sea por tráfico de influencias, corrupción o relaciones, engrosan los bolsillos de empresarios a costa de adelgazar los bolsillos de los consumidores. Incrementan, además, la informalidad que nos ha pasado la factura en la pandemia, mostrando que esas regulaciones terminan aplicándose solo a un grupo reducido de empresas formales.

Hoy, Congreso, Ejecutivo y municipalidades nos llenan de regulaciones populistas y desquiciadas: controles de precios, destrucción de reglas de juego, suspensión o modificación ilegal de contratos, etc. Todas ellas se dan en nombre de los consumidores. Pero en realidad generan costos que serán, en última instancia, asumidos por esos mismos consumidores. 

Mientras tanto, la nueva inversión, nacional y extranjera, se ve desalentada. Nuevos emprendimientos se hacen más difíciles, y las empresas establecidas aprovecharán esa circunstancia para consolidar un mayor poder de mercado. Quienes ya están podrán enfrentar esos costos absurdos de mejor manera, y hasta los festejarán como el gran favor que el Estado les hace a sus negocios. Y los perjudicados aplaudirán en redes las nuevas medidas sin siquiera advertir que son ellos mismos quienes pagan los platos rotos.




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