sábado, 19 de agosto de 2017

Alfredo Bullard y el chocolate


Excelente artículo del colega Bullard y magnífica defensa  de su cliente, veamos si está  en lo correcto:

Deseo que mi respuesta pueda ayudar al debate sobre este tema, especialmente al Ministerio de Agricultura que lo está impulsando.

El sustento o fundamento es genial, la palabra no es palabra cuando lo que por ella entendemos basada en nuestra experiencia se interpone la apreciación de un funcionario público modificando  su significado o uso que de la palabra se  entiende por la totalidad de las personas.

El ejemplo del martillo es muy interesante, me temo que el colega Bullard no conoce los muchos nombres que tiene el martillo según su aplicación, para clavar, para moldear (martillo de bola) los que usan los zapateros que sirviendo para clavar no se puede ir a la ferretería  y pedir un martillo (para zapatero) a secas si el uso está destinado a un zapatero, los pequeños y finos martillos de uso médico, en fin, este punto es  anecdótico, lo relievante es sí en efecto el significado de la palabra cambia cuando un funcionario, cuestión que NO es cierta- salvo que sea químico, incorpora detalles relacionados NO con la palabra, sino con el producto que la palabra dice representar,  he ahí la astuta defensa  que realiza Alfredo Bullard, sino el contenido de un dulce,  por ejemplo: la “mazamorra morada”  es un nombre compuesto “mazamorra” + “morada” porqué es ¡morada! Y se llamará “mazamorra”    “cochina” si el color es similar a la de la chancaca con la que está hecha y ninguna de las dos son exactamente lo que  la “palabra –en este cada una de ellas- significa, pues contiene otros ingredientes que  según el gusto de cada quién les podrá ser más o menos agradable de acuerdo a experiencias anteriores.

En consecuencia, “sublime” que es un producto químicamente elaborado, NO es chocolate aun cuando los consumidores  al pedir ¡un sublime!  Piensen  que comerán “chocolate” por los muchísimos años que el producto está en el Mercado, lo que olvida Alfredo Bullard en la defensa  de su cliente es que, “chocolate” estrictamente comprendido en su significado  NO es ni de lejos hablar del producto “sublime”,  veamos un caso para  para citar al propio Bullard,....    “en la noche nos tomaremos un chocolate caliente donde la señora Deborah”, algún peruano, salvo Alfredo Bullard tal vez, estará pensando que tomará un sublime caliente.

El chocolate finalmente es el producto  de un proceso, partiendo de la materia prima -cacao-  del cual deriva,  natural, irse por las ramas para sostener su astuta defensa  no ayuda mucho.

Por otro lado, el que la autoridad sanitaria sostenga CON TODA RAZÓN que “sublime” no es chocolate sino un dulce  con tal o cual contenido de productos o esencias químicas, no impedirá que la gente consuma el dulce, sólo que ahora sabrán que lo que les gusta NO es chocolate.

El que por la “costumbre” se  identifique al dulce “sublime” con  “chocolate” no lo vuelve chocolate, pensar lo contrario   es una barbaridad.

En cuanto a que se incrementarán los precios para vender  una golosina con un alto contenido de cacao de buena o mala calidad es un tema irrelevante, Alfredo Bullard podrá consumir un chocolate suizo o un sublime  “mejorado” en las condiciones descritas a un mayor precio porqué puede pagarlo, la mayoría siempre que se nos antoje compraremos el sublime de siempre.

HE AQUÍ EL ARTÍCULO COMPLETO DEL COLEGA BULLARD

Alfredo Bullard
19.08.2017 / 06:00 am
No suelo tratar dos semanas seguidas el mismo asunto. Pero voy a hacer una excepción. Parece un asunto de poca trascendencia, pero en realidad no lo es. En los últimos tiempos el Estado ha comenzado a regular el lenguaje, quitándonos la posibilidad de entendernos e influir así en cómo se da sentido a las palabras.
Esta forma de regulación opera de manera relativamente simple: un burócrata se atribuye la facultad de decidir cómo se va a usar una palabra. Bajo esta lógica, determina que algo solo se puede llamar de cierta manera si cumple con ciertos requisitos que, él decide, son los relevantes.
El limitar el uso de las palabras a lo que alguien quiere (o se le ocurre) puede ser muy peligroso. Puede confundir a los usuarios de las palabras. O puede crear barreras al mercado que limitan la competencia y elevan los precios. O puede servir para repartir privilegios.
Es una variable de lo que en el gobierno militar fue una práctica común. Se definían estándares en la industria. Para poder importar algo tenía que cumplirse con ciertos requisitos (por ejemplo, procesos técnicos, materiales, etc.). Por supuesto que esos estándares no se ponían porque eran buenos para los consumidores, sino para evitar la entrada de competencia y permitir a los productores nacionales cobrar precios mayores. Se llama mercantilismo.
El control del lenguaje es una herramienta poderosa para lograr lo mismo, o incluso cosas peores. El lenguaje es un sistema cuyo orden no proviene de la creación centralizada. El lenguaje es un orden espontáneo, cuyas reglas provienen de la interacción entre miles de personas. Todos lo inventamos y nadie lo inventó.
¿Por qué llamamos ‘martillo’ a un martillo? Porque el término fue aceptado colectivamente de manera espontánea a través de la interacción. Todos sabemos que entendemos qué es un martillo por nuestra experiencia. Si alguien le dijese que martillo es solo el que pesa más de dos kilos, usted se reiría y lo calificaría de ignorante. Pero si ese alguien es un funcionario público, el resultado sería que ya no podría llamar martillo al que pese menos. Cuando vaya a la ferretería y pida un martillo, usted y el tendero terminarán confundidos porque alguien le cambió el sentido que usted le estaba dando al término.
El lío del chocolate Sublime es el mismo. El uso de la palabra ‘chocolate’ no tiene su origen en regulaciones legales. Estas llegan después para intentar limitar el orden espontáneo y nuestra capacidad de entender por medio de la experiencia. No es que se llame o no chocolate. Es que se pretende definir chocolate en contra de lo que la gente entiende.
La palabra ‘chocolate’ proviene del náhuatl, usada en México precolombino. No significaba barra con más de 35% de cacao. Viene de ‘ātl’ (‘agua’) y ‘xococ’ (‘agrio’). Significa agua agria (o amarga). Si le dicen “chocolate”, ¿usted se imagina un líquido amargo? No. Usted posiblemente se imagine un líquido o una barra dulce de color oscuro con un sabor característico. De hecho, el chocolate líquido que toma en Navidad no tiene, ni de lejos, el porcentaje cuyo incumplimiento arrogantemente se enuncia por el Estado y sus defensores como un engaño.
¿Por qué sería chocolate el que tiene 25%, 35% o 50% de cacao? ¿Porque un funcionario así lo dice? ¿Por qué se quiere que los productores de cacao vendan más a costa de mayores precios o chocolates más amargos? El lenguaje se entiende porque sabemos, por experiencia, qué significa una palabra, y no porque un funcionario defina un solo significado válido para esa palabra. De hecho, si un niño le pide un chocolate y usted le da una barra amarga, el niño dirá que lo ha engañado a pesar de que legalmente se haya definido como chocolate. Y es que el chocolate es un bien experiencia, es decir, uno que los consumidores eligen en función a haberlo probado y decidir repetir su consumo con base en lo que experimentó.

Por eso es que no hay que demostrar (como alguna vez pidió un congresista) que el jamón inglés viene de Inglaterra, que el ají de gallina está hecho con un pollo hembra y que la carapulcra es una cara bien lavada.

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