El señor Jorge Bruce en el
artículo cuyo texto íntegro inserto nos ilustra sobre el poder de la mentira y,
luego de los fundamentos y estudios sicológicos sobre la cuestión, aterriza en
el tema que desea demostrar, la chata información que tienen los que defienden el gobierno de
Nicolás Maduro, que, para su contento, denominaré “dictatorial”.
El señor Jorge Bruce nos dice que
más que información nos basamos (soy defensor, sin ambages de la “dictadura”
venezolana como lo sería si se gestara una igual en el Perú) en ideas poco
elaboradas sin sustento sólido, sin embargo, tales opiniones cumplen un papel
importante en el imaginario popular y por ello muy peligrosas, agrego además la
increíble falta de vocación por la lectura del peruano promedio que, por esa razón,
las más de las veces debe aceptar los cuentos de los que si leen y tienen como el señor Jorge Bruce
intereses para proteger el sistema.
Para satisfacción del articulista
debo declarar que NO conozco la realidad venezolana sólo la que se puede leer en
los diarios y los comentarios de gente como un viejo como yo que se atreve a
rememorar sus visitas a la tierra del Joropo cuando era joven y hablar
maravillas de esa Nación que, sin
condenar las razones que motivaron la aparición en la escena política de Hugo
Chávez, ataca al Régimen por violar los "derechos humanos", en mi concepto el viejo al que aludo es un pobre infeliz, ¿Que clase de humano puede ser aquel que sin ver las violaciones diarias de los "derechos humanos" que suceden en nuestro País se ocupe de Venezuela para unirse al cargamontón?
Yo no tengo que conocer la
realidad venezolana me basta con la que vivo en el Perú réplica de lo que
sucedía en Venezuela antes de Hugo Chávez.
Con que espuria motivación un
sujeto cuya nacionalidad peruana se
encuentra en “tela de juicio” en la misma condición que la norteamericana que
también ostenta mientras no demuestre que renunció a la misma puede atreverse a
ningunear al Gobierno Revolucionario de la República Bolivariana de Venezuela?.
Si vivimos y ESTE VIEJO QUE CAMINA COMO PATO, personifica a la Nación, en un
estado de abuso del poder desde hace más de quinientos años y en lo que a mi
edad respecta, salvo el gobierno de Juan Velazco Alvarado, todos se han
preocupado por mantener en la ignorancia al pueblo.
Por eso existen los Jorge Bruce,
los Alfredo Bullard y la rancia felizmente desaparecida aristocracia limeña
vistiéndose con el ropaje de la riqueza sin abandonar su desprecio por la
plebe.
HE AQUÍ EL ARTÍCULO COMPLETO DE JORGE BRUCE
POLÍTICA IMPRESA
JORGE BRUCE EL FACTOR HUMANO
El poder la mentira
14 Ago 2017 | 6:00 h
Jorge Bruce
La revista National Geographic ha
sacado un número dedicado a elucidar el porqué de las mentiras. Al igual que el
dedicado al Género (ya se sabe que es una publicación de rojetes, terrucos y
caviares), éste resulta apasionante. “Comparado con otros modos de obtener
poder, mentir es muy fácil. Es mucho más fácil mentir para conseguir el dinero
o la riqueza de alguien que pegarle en la cabeza o robar un banco”, afirma
Sissela Bok, profesora de ética en Harvard.
En un experimento realizado con
niños, en el cual era preciso adivinar qué juguete se encontraba escondido bajo
una tela (el experimentador salía unos momentos de la habitación y una cámara
registraba los movimientos de los niños), una chica de 5 años miró y cuando
volvió el experimentador lo negó. Luego pidió tocarlo bajo la tela y “adivinó”
que era el dinosaurio Barney. Y explicó: “se siente morado”. A esto se le
conoce como la teoría de la mente y es “la facilidad que adquirimos para
entender las creencias, intenciones y conocimientos de los demás.” (Yudhijit
Bhattacharjee, autor del artículo central).
La mayoría de nosotros miente,
con mayor o menor frecuencia. Quienes lo hacen con mayor asiduidad, como
estafadores o muchos políticos, se van habituando al estrés que esto genera.
Una vez reducida la incomodidad emocional, comenta Tali Sharot del University
College de Londres, se facilita la mentira siguiente. En términos
psicopatológicos no hay consenso acerca de este síntoma. Se puede afirmar, sin
embargo, que los trastornos antisociales de la personalidad suelen decir
mentiras manipuladoras. En cambio los narcisistas lo hacen para reforzar su
imagen.
En el Perú las mentiras más
célebres son las de los políticos, por su visibilidad y efecto en nuestras
vidas (aunque no se puede olvidar a la pirámide CLAE de Carlos Manrique,
nuestro Bernie Madoff). Desde “¡Soy inocente!” hasta “La plata llega sola”. Pasando
por “La verdad no es mi letra” hasta “No se cayó, se desplomó”. Con el
crecimiento exponencial de las redes sociales, la mentira está mutando. Surgen
entonces los hechos alternativos y la posverdad. El texto demuestra que “somos
especialmente propensos a aceptar mentiras que confirman nuestra visión del
mundo”.
Un grupo de 2.000 personas a las
que se les pidió comentar la afirmación de Trump acerca de la relación entre
las vacunas y el autismo, aceptaron la falsedad de este hecho cuando se les
mostró evidencia científica al respecto. Sin embargo, una semana después, los
simpatizantes de Trump incluidos en el grupo experimental habían vuelto a
pensar que esa relación existía. Algo parecido sucede, en el otro lado del
espectro político, con quienes sostienen que el Gobierno de Maduro es víctima
de una conjura imperialista. Larga vida a la paradoja de Epiménides: “Todos los
cretenses son mentirosos.” Epiménides era cretense, claro está.
La mayoría de nosotros miente,
con mayor o menor frecuencia. Quienes lo hacen con mayor asiduidad, como
estafadores o muchos políticos, se van habituando al estrés que esto genera.
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