Tengo 69 años de edad, profesional , lector incansable de la
realidad peruana y sufriente escribidor
para proyectarme a la comunidad a través o por intermedio de este “Blog”
sin más aspiración que opinar y proponer cambios en función a los límites que
cada humano tiene, cuestión esta última incomprensible para los desgraciados
que nos han gobernado y gobiernan, son sólo humanos y por serlo aflora en el
ejercicio del poder el lado más oscuro de nuestra condición, pero se sienten “dioses”,
“dueños de la verdad” después de ellos el diluvio.
El anciano que nos gobierna pide igualdad de oportunidades y
que su administración trabaja en ese sentido, después de casi 08 meses de
gestión lo único concreto es la corrupción y el anciano y su séquito incluyendo
al PJ trabajan para que la impunidad
brille en esta mar de sombras en el que se ha convertido nuestro País.
He leído las 21 páginas de la Resolución Nº 159-2017-MINEDU,
dicen que han aclarado conceptos para evitar malas interpretaciones.
La Resolución que comento como en los contratos bancarios
hacen uso y abuso de la letra menuda, me he esforzado para leerlas y
comprenderlas.
En mi opinión no han cambiado nada, es más el asunto se
agrava, primero explican que es lo que se pretende y cómo lograrlo pero usted
amable lector no encontrará una sola línea para desarrollar el “como”.
Incorporan conceptos como el Adulto distinguido explicando
sus funciones pero no el motivo central de su presencia que queda librada a la
interpretación de cada quién, mencionan a los padres como la principal relación
del infante en su vida sin excluir otras posibilidades o "familias".
Escriben sobre los derechos humanos en más de una ocasión y
de la orientación sexual sin decir una sola palabra sobre lo que éste
equivocado concepto contiene y sin explicar cómo se enseñará y lo más
importante como se respetarán las diferencias que no se agotan como mentirosamente
sostienen en el campo exclusivo de la mujer y el varón (con la que nadie podría
estar en desacuerdo).
Hacen uso de un término desconocido para mí en reiteradas
ocasiones “mismidad” cuyo significado es todo un estudio filosófico cuyos primeros
alcances podrán leer al final de este
comentario.
En realidad amigos lo que el minedu propone con esta parte de
la curricula es un estudio sociológico de la condición humana un despropósito monumental
considerando el nivel de preparación de los maestros y las dificultades de aprendizaje
de nuestra niñez y juventud a lo que agregaremos las distracciones tecnológicas
que reducen la capacidad de comunicación de los estudiantes. Incluyendo a los colegios de las comunidades rurales o indígenas donde los niños por las severas condiciones en las que viven apenas pueden entender los temas básicos educativos no las complejidades de la vida pues de conocerlas seguro estoy hace mucho tiempo que tuviéramos un gobierno popular que tanto asusta a MVLL y gente como él.
Si esta resolución se
pone en práctica sólo Dios sabrá lo que le enseñarán a nuestros hijos y/o
nietos.
Veamos que significa “mismidad”
MISMIDAD
En Heidegger, la mismidad
(Selbigkeit) es tratada de forma expresa en el parágrafo 64 de Ser y tiempo y
vinculada con la noción de cuidado (Sorge). Para entonces, el filósofo alemán
ha caracterizado al Dasein como cuidado, una totalidad unitaria de momentos: el
cuidado es “la articulación de la totalidad del todo estructural” (p. 355) de
“el anticiparse-a-sí-estando-ya-en (un mundo) en-medio-de (los entes que
comparecen dentro del mundo)”. Ante esta multiplicidad de momentos, es
necesario hacer referencia a aquello que permite que el Dasein siga siendo
“uno”. Así, como sucede con la resignificación que Heidegger hace de varios de
los términos de la “tradición”, la unidad precisa mostrarse desde el ámbito
fenomenológico. La mismidad se opone a la comprensión de un “yo” o un
“sí-mismo” tradicionalmente concebidos desde la ontología sustancialista que lo
entiende como realidad: “presencia” o “acompañar constante”. Ahora bien, en el
ámbito fenomenológico, la relación de la mismidad con el cuidado no es un
momento más que se agregara al cuidado sino que, más aún, la expresión “cuidado
de sí” es tautológica: todo Dasein es cuidado de sí-mismo. La diferencia
fundamental de la mismidad y el cuidado con la noción sustancialista del yo se
basa en que el cuidado es “intencional” –no en el sentido husserliano, pero sí
basado en éste-, pues no es posible que haya ningún sí-mismo que no esté
vinculado a un mundo. El “yo pienso algo” se traduciría como un “yo-soy (o
estoy)-en-el-mundo”. El yo no puede ser sujeto aislado que acompañe nuestras
representaciones (como afirmaría Kant). El decir fenomenológico del yo,
precisamente por la intencionalidad, no puede apuntar a otra cosa que a los
entes que rodean al Dasein, lo cual, a su vez, fomenta la equivocada
interpretación que parte de los entes y que oculta la peculiaridad de su modo
de ser.
“Es un supuesto necesario que no
esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo, el
yo tiene que ser desarrollado”.
“Originariamente el yo lo contiene todo; más tarde desprende de sí un
mundo exterior”.
Las dos frases, contradictorias
entre sí, pertenecen a Freud, aunque corresponden a distintas épocas. Significa
esto un cambio en la concepción del yo que lleva a que una de ellas sea tenida
por verdadera y la otra, por ende, falsa?. Desde ya nada hay en Freud que
indique algo así. Corresponde entonces tomar ambas como verdaderas?. Desde la
lógica formal ello implicaría transgredir a la vez el principio de identidad, el
de no contradicción y el de tercio excluso. No tenemos prejuicios en cuanto a
aceptar ese tipo de transgresiones, pero acá creemos que se trata de otra cosa.
La transgresión no hay que adjudicársela a Freud sino al yo. Ocurre que dentro
de la polisemia y complejidad de sentidos que toma la forma ‘yo’, está, como
uno de los principales, el de ser una referencia al sí mismo, a la identidad,
y, curiosamente - en casa de herrero cuchillo de palo-, el yo como asiento de
la identidad es de lo que peor se adapta al principio de identidad. Volviendo a
las frases, no se trata entonces de ‘dos Freud’ sino de dos yo. Fidias Cesio
(1) resolvió esta cuestión, en su artículo del número anterior, hablando de un
yo originario, fetal y un yo postnatal. Este último es el que debe
desarrollarse, en cuanto al primero, originario, de él se desprende un mundo
exterior (y, siguiendo la misma lógica, también se desprende un ello, un yo y
un superyo). Creemos importante considerar esta perspectiva en la que el ello
aparece como producto de una suerte de apres-coup; es desde el yo ‘postnatal’
que se puede hablar de un ello.
Hecho este preámbulo vayamos al
problema de la relación del yo con la identidad. Para esta cuestión nos
circunscribiremos al segundo yo, el que debe desarrollarse. Podría pensarse que
ahora las cosas se simplifican -nos quedamos con un solo yo-, pero, hete aquí
que vuelve a duplicarse. (Wikipedia, la enciclopedia libre)
La Estructura de la Identidad
Clásicamente se define al yo como
producto de la identificación con un otro. Winnicott lo expresa bien cuando
dice que el bebé se ve a sí mismo desde los ojos de la madre. Como lo señalamos
en otro lugar tal identificación comprende y está constituida por dos lugares:
el lugar en que se identifica (la imagen) y el lugar desde donde se identifica.
En nuestra comprensión, el primero, de orden imaginario, queda relacionado con
el yo ideal y el segundo, su sostén simbólico, con el ideal del yo. Se requiere
un soporte simbólico para formar y sostener la imagen tanto como es necesaria
una ‘madre’ para formar y sostener un ‘bebé’. La identificación se apoya en
estos dos pilares. Nos parece interesante esta manera de considerar la dupla yo
ideal-ideal del yo como componentes de la identificación (entre los cuales por
otra parte pueden guardar distintas relaciones y proporciones).
Así decíamos en un trabajo
anterior: “Encontramos en ella (la identificación) dos lugares que nos parece
importante discriminar. Por un lado está el lugar donde se ve, por otro el
lugar desde donde se mira -los ojos de la madre-. ...esta imagen (lugar donde
se ve - yo ideal) debe ser sustentada desde otro lugar: la mirada de la madre
(ideal del yo). Se ve (en la imagen) desde la mirada de la madre. ...la
percepción le da cualidad a una imagen -el deseo- en la que me reconozco.”. En
aquel trabajo relacionamos dicha imagen con la que forma parte de lo que Freud
llama “huella mnémica de experiencia de satisfacción”. En tal sentido esta identificación,
que configura un núcleo del yo (el que se debe desarrollar), no es tanto a un
objeto como a una relación entre dos objetos -mamá-bebé-, que luego, como
explica Cesio (1) en el trabajo mencionado, quedarán representados por las
formas yo-me. Entendemos que esta estructura es la que está presente en el
concepto de Freud de identidad de percepción. La percepción busca la
correspondencia con la imagen de satisfacción: en esa imagen encuentro
identidad, ‘yo me veo en la imagen’. Esta imagen de placer, que guarda relación
con el deseo, es la que da consistencia identitaria al me (imagen) y va
configurando el espectro de los objetos perceptibles; todo lo que forma nuestro
mundo perceptual adquiere sentido en relación a esta imagen. La desmentida, concepto
muy posterior, tendería a resguardar esta identidad perceptiva, que da
consistencia identitaria al yo.
Toda esta organización psíquica
se rige a partir de una primera inscripción: la imagen de satisfacción. De la
misma retengamos que establece dos lugares, que luego ocuparán yo y me. Estos
dos lugares tienen un papel importante en la configuración de los fantasmas
inconscientes, fantasmas que serán una suerte de cristal con el que nos
representamos una imagen de mundo, la cual influirá en conformar nuestra
realidad.
Hay luego una segunda
inscripción: la palabra oída, que da lugar al pasaje de la percepción al
pensamiento, de la madre al padre, como dice Freud en “Moisés y la religión
monoteísta”. En esta otra organización ya no domina tanto la percepción como la
conciencia y el yo defiende su posición mediante la represión. Desmentida y
represión tienden a sostener la identidad del yo. Identidad de percepción en un
caso, identidad de pensamiento en el otro. Dice Freud, en el cap. VIII de
“Esquema del psicoanálisis”, que el yo “tramita las exigencias pulsionales
desagradables mediante las llamadas represiones...y...de una admonición del
mundo exterior sentida como penosa...mediante la desmentida de las percepciones
que anotician de ese reclamo de la realidad objetiva”(los destacados son
nuestros).
En otro lugar hemos desarrollado
estos tópicos con más detalle, razón por la cual ahora nos limitamos a un breve
recordatorio. Para ampliar sobre los mismos se puede consultar “La Identidad de
Acción” (4) y “Yo Dolor” (5). También
allí nos hemos ocupado en extenso de la diferencias que adjudicamos a estas dos
formas de organización que adscribimos a la identidad de percepción y a la
identidad de pensamiento. Queremos ahora referirnos a lo que tienen en común: el
resguardo de la identidad y lo que eso conlleva como implicancia……..y más muchísimo más.
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