sábado, 1 de julio de 2017

Carmen McEvoy y cosas de gringos.


“Entre ellas, la corrupción, el sistema de privilegios, las dinastías familiares, la explotación, la ausencia de justicia para los más débiles y el manejo de la prebenda de parte de una casta burocrática a la cual lo único que le interesa es preservar el poder. Las patéticas declaraciones de esa vergüenza nacional llamada “contralor general de la República” respecto a su “parque automotor familiar” mientras lucha por su vida –lanzando amenazas a diestra y siniestra– son una prueba al canto de que Vladimiro Montesinos dejó seguidores que hoy operan en la entraña misma del Estado Peruano.”

Nunca es grato criticar a las mujeres, mucho menos a una profesional como la señora McEvoy, pero resulta irresponsable no hacerlo cuando escriben con el hígado, con furia contenida a punto de derrumbar los límites que sostienen el blanco y negro de sus palabras, más aun, pareciera afectada por intereses personales.

“…Las patéticas declaraciones de esa vergüenza nacional llamada “contralor general de la República”.

No entiendo la ira contra el Contralor y menos contra la actividad comercial que ejercía. Gana muy bien y por tanto le está prohibido comprar vehículos, ¿En qué parte de la ley o de la Constitución como su fundamento se proscribe la capacidad de ejercicio de un funcionario público?, naturalmente si le compra un vehículo a un “proveedor” negocia con particular ventaja y nadie lo puede negar, peor si la adquisición se efectúa a un funcionario del Estado que, eventualmente puede ser sometido a una Auditoría. Ahora ¿Se han probado estos hechos? y si así fuera, se ha comprobado que en la negociación el Contralor como la parte fuerte de la operación se benefició obteniendo pingues ganancias y que estas NO las declaró como ingreso.

Finalmente aun de comprobarse estos hechos que, sin duda, obligarían a la renuncia de Alarcón o que el Congreso lo desembarque, todavía no me queda claro el misil de la señora McEvoy contra este zarandeado contralor, pues a todas luces hay un entusiasmo visceral cuando se trata de convertirlo en un guiñapo humano o una piñata con réditos políticos.

En fin son cosas de gringos (no el miserable asesino de los muertos de la Galería “Nicolini”, que por añadidura no es gringo sino un cobrizo como la mayoría en nuestro País) que ustedes, amable lector y amigos, NO entienden  ni yo tampoco.



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