“Entre ellas, la corrupción, el
sistema de privilegios, las dinastías familiares, la explotación, la ausencia
de justicia para los más débiles y el manejo de la prebenda de parte de una
casta burocrática a la cual lo único que le interesa es preservar el poder. Las
patéticas declaraciones de esa vergüenza
nacional llamada “contralor general de la República” respecto a su “parque
automotor familiar” mientras lucha por su vida –lanzando amenazas a diestra y
siniestra– son una prueba al canto de que Vladimiro Montesinos dejó seguidores
que hoy operan en la entraña misma del Estado Peruano.”
Nunca es grato criticar a las
mujeres, mucho menos a una profesional como la señora McEvoy, pero resulta irresponsable
no hacerlo cuando escriben con el hígado, con furia contenida a punto de derrumbar
los límites que sostienen el blanco y negro de sus palabras, más aun, pareciera
afectada por intereses personales.
“…Las patéticas declaraciones de
esa vergüenza nacional llamada “contralor general de la República”.
No entiendo la ira contra el
Contralor y menos contra la actividad comercial que ejercía. Gana muy bien y
por tanto le está prohibido comprar vehículos, ¿En qué parte de la ley o de la
Constitución como su fundamento se proscribe la capacidad de ejercicio de un
funcionario público?, naturalmente si le compra un vehículo a un “proveedor”
negocia con particular ventaja y nadie lo puede negar, peor si la adquisición
se efectúa a un funcionario del Estado que, eventualmente puede ser sometido a
una Auditoría. Ahora ¿Se han probado estos hechos? y si así fuera, se ha
comprobado que en la negociación el Contralor como la parte fuerte de la
operación se benefició obteniendo pingues ganancias y que estas NO las declaró
como ingreso.
Finalmente aun de comprobarse
estos hechos que, sin duda, obligarían a la renuncia de Alarcón o que el
Congreso lo desembarque, todavía no me queda claro el misil de la señora McEvoy
contra este zarandeado contralor, pues a todas luces hay un entusiasmo visceral
cuando se trata de convertirlo en un guiñapo humano o una piñata con réditos
políticos.
En fin son cosas de gringos (no
el miserable asesino de los muertos de la Galería “Nicolini”, que por añadidura
no es gringo sino un cobrizo como la mayoría en nuestro País) que ustedes, amable
lector y amigos, NO entienden ni yo tampoco.
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