Mi María Jesús
Anoche al compás de tu respiración
te veías tan en paz, tan dulce,
tan lejos de las angustias que te causa
vivir al lado de este complicado mortal
que no quise despertarte.
Deseaba intensamente acariciar
tu cabello, besar tu rostro con dulzura,
estrechar tu cuerpo en mi pecho
sentir tus brazos, como los míos,
cada día mas pesados apretando
con fuerza.
Deseaba tomarte de las manos
desandar lo andado y volver a empezar
en el amplio, tortuoso y tormentoso
sendero de la vida, para recorrerlo
construyendo nuestro propio camino.
Perdóname cariño por no haber
sido el hombre que deseabas que fuera,
Perdóname por ser yo sin darme
cuenta que
tú formas parte
de ese yo.
Perdóname por atender las preocupaciones
de este impenitente luchador, de
este inconforme guerrero de las palabras,
primero que las tuyas.
Perdóname por no haber podido comprender
que he pasado la vida a tu lado sin
haberla disfrutado juntos.
Perdóname por llamarme Guillermo
y no Amor para llenar y satisfacerte
cada año, cada mes, cada día, cada hora
cada minuto, segundo y milisegundo
en estos 40 años.
Perdóname también porque no puedo
evitar se deslicen unas lágrimas, ¡también
son las tuyas!
Guillermo Anderson
06 de mayo de 2011
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