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22 enero 2018| Fernando Buen Abad
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Davos y el “Sentido Común” de la
Clase Dominante 9Comentarios
Imponerle a la humanidad el
“sentido común” de esa inmensa minoría que es la burguesía, es un sinsentido
descomunal que reina a sus anchas en un mundo donde: “La súper concentración de
riqueza, imparable. Indica que la desigualdad social es una traba para eliminar
la pobreza en el mundo. Tiene 1% de la población más recursos que todo el
resto”[1] Todo “Patas Arriba” decía Galeano.
Que cobre sentido común la comunidad misma
como el eje del interés supremo que no hubiera de ser otro que la felicidad
inteligente en un mundo de humanos creadores y felices.
Al margen de cierto desprecio
“popperiano” por el “sentido común” y lejos de algunas disquisiciones
cientificistas, entiéndase aquí el “sentido común” como ese principio de
cordura que una comunidad fija para delimitar conductas y y hacer valer
acuerdos de convivencia. Especie de “leyes” sociales no escritas, sabiduría
basada en el ensayo y el error y en cierto carácter conjetural del conocimiento
venido de la experiencia común.
Dicho con obviedades a destajo:
en un mundo apremiado por el hambre, la pobreza, el desempleo, la exclusión y
la humillación debiera ser inaceptable la explotación inhumana de los
trabajadores y la producción de bienes suntuarios. Y, sin embargo, la moral
burguesa lo acepta, y exhibe, con naturalidad irritante y con desparpajo
insultante. En un mundo aterrorizado por la barbarie del belicismo mercantil,
bañado con sangre de inocentes y ahogado en lágrimas de amarguras
incalculables… no debería aceptarse forma alguna de colonialismo, esclavitud ni
explotación por más felices que se sientan sus beneficiaros. En un mundo
amenazado en todas sus formas de vida, agobiado por la contaminación de mares,
ríos y lagos; depredado en sus bosques y llanuras, sacrificado con herbicidas,
insecticidas y plásticos… debiera ser inaceptable el cinismo mercantil de las
empresas que han puesto al planeta, su flora, su fauna y su recursos naturales,
al borde de colapsos múltiples. “Sentido común”.
El director general de la
Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO), informó que más de mil millones de personas padecen hambre en el mundo
debido a la “crisis económica y al aumento en el precio de los alimentos”. He
ahí, vivimos entre catálogos de aberraciones donde reina la irracionalidad de
un modo de producción y un modelo de relaciones de producción que no sólo
impide el desarrollo de la especie humana sino que la condena a la miseria y a
su desaparición. Y aunque esto se ha dicho millones de veces, se ha denunciado
en miles de foros, se ha explicado con razonamientos sencillos y complejos… las
evidencias no consiguen, por sí mimas, hacerse carne en los pueblos para
acelerar una transformación radical de las condiciones de vida predominantes. Y
es que el aparato ideológico del “sentido común dominante” incluye el
sinsentido de hacer valer más la irracionalidad destructora que la inteligencia
creadora que transforme al mundo. Los ricos se reúnen, mientras tanto, y se
aplauden sus hazañas.
Así, el “sentido común” de las
clases dominantes (dueño del monopolio de la violencia y la muerte) “enseña”
que es mejor guardar silencio, quedarse quieto y ayudar al verdugo. Impone una
escala de conductas diarias donde la mansedumbre se premia con invisibilidad y
sobrevivencia periféricas donde más vale “portarse bien” y “no meterse en
problemas” para “ir pasándola” lo mejor que se pueda. Mientras tanto, en un
lugar callado e íntimo, se siembran los anhelos más contradictorios para que la
víctima sueñe con ser y vivir como es y vive su verdugo. Con sus lujos, manías
y conductas consumistas. Son esos los “valores” que se desprenden de la
ideología de la clase dominante desparramados a mansalva diariamente por todos
los medios, incluidos los “medios de comunicación”, opio de los pueblos.
Ese “sentido común” hegemónico
también sirve para inducir aberraciones jurídicas y no pocas “leyes” oligarcas
se fincan en la premisa de no molestar a los paladines de la “propiedad
privada”, no inmiscuirse con sus libros contables, no saber cómo se manejan las
finanzas ni los presupuestos y, desde luego, santificar el uso de la “fuerza
armada” contra todo aquello que le quite el sueño a los patrones. Hay que ver
la retahíla de leyes, reglamentos y códigos inventados para mantener la
“estabilidad” del sistema, para dar “seguridad” y predictibilidad a statu quo,
para que no se toque la riqueza de los gerentes, empresariales o
gubernamentales ni con el “pétalo de una rosa”. Como harían “los países
serios”, si existieran. Mientras tanto la industria de la guerra multiplica sus
ganancias; los monopolios mediáticos están cada vez en menos manos; la salud es
un negocio obsceno; la vivienda es una mercancía que demuele salarios y anhelos
de los trabajadores; el trabajo es más injusto más criminal y peor pagado; la
política se ha convertido es un circo de mentiras alevosas y corruptas; las
leyes son más seguras sólo para los ricos… la sinrazón y el sinsentido hacen de
las suyas. Es el “sentido común” dominante.
Otro “sentido común” dice que “al
pueblo lo que es del César”. Que la salud de los niños y las niñas es sagrada y
que no se juega con la educación, su salud mental ni con su alimentación. Que
hombres y mujeres han de gozar toda la igualdad de derechos que la fraternidad
exija y que debe reinar la justicia sin privilegios. Que las condiciones
materiales de existencia deben ser suficientes y dignas con equidad y con
solidaridad. Que a cada cual según sus necesidades y de cada cual según sus
capacidades. Que todos merecemos vivir bien, con higiene y comodidad necesarias
y toda la felicidad posible. Que estudiar no es una dádiva, que trabajar no es
un dádiva, que divertirse no es una dadiva. Que la riqueza producida por el
trabajador no debe concentrarse en unos cuantos y que el derecho a
desarrollarnos debe garantizarse con justicia económica, política y cultural.
Que no deben existir amos, esclavos ni clases sociales.
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