Ignoro que defiende el
articulista en el enlace que comparto, ciertamente es un viejo y no por tal,
mejor que éste su par.
La derecha en el País que podemos traducir en “democracia a la peruana” suscribiría
íntegramente este artículo que, en mi opinión, representa la posición crítica
de lo que nunca se ha hecho ni se hará en el Perú, un hipócrita enigma de quien
ad portas de la muerte pretende dar consejos a un régimen exitoso acusándolo ¡de
traidor! nada menos, aprovechador de coyunturas y conculcador de libertades de
información y expresión, las mismas que en este diario se pretenden demostrar dándole cabida a personas sin sangre en la
cara cuya única distinción, además de
ser acusadas de extorsionadores es promover una prensa sin atisbos de
corrupción o quizás precisamente por ello tienen una tribuna de manipulación, no
he leído y espero nunca hacerlo la columna de estas personas.
Lamento que nuestra nación este
poblada por humanos ignorantes que se deslumbran con una repulsiva serpiente
recientemente reintegrada y con sed de escupir veneno y no reparen en gente
pensante como mi par en edad aunque no comparta una línea de su pensamiento, ni
desde luego se tomen la molestia de pensar en nuestra realidad pues la
ignorancia no está reñida con la inteligencia, me temo que la ignorancia va de
la mano con la pobreza y la necesidad de encontrar formas de comer y pagar los
servicios, también pienso, está emparentada con la explotación, expoliación,
abuso, ejercido por el poder y por emprendedores tan salvajes como aquellos
pues desayunan, almuerzan, comen y duermen pensando en el dinero sin
importarles una cucaracha el sufrimiento de sus pares gracias a los cuales
disfrutan del dinero por el que viven.
Sería un insensato si pensara que en el caso de Rafael Correa o cualquier otro Presidente de una Nación soberana este libre de errores, lo terrible e inaceptable es no cambiar en beneficio del pueblola beneficiosa posición económica, NO CAMBIAR es el secreto del poder que ha manejado los destinos del Perú desde el golpe al General Velazco Alvarado, NO CAMBIAR para mantener y profundizar las desigualdades, semejante atrevimiento NO puede ser aceptado por Schuldt y los intereses que defiende pues sin desparpajo se lanza como un ovejero para advertir al nuevo gobernante que retorne al redil, que vea y siga el ejemplo de lo que sucede en el Perú, mientras otros de la misma laya lanzan toda su suciedad al Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela.
HE AQUÍ EL ARTÍCULO DEL SEÑOR
SCHULDT, una alegoría a la manipulación más desconcertante que haya leído.
Jürgen Schuldt
22.05.2017 / 08:45 am
Este miércoles asume la
Presidencia del Ecuador Lenin Moreno, ex vicepresidente de Rafael Correa, quien
gobernó diez años consecutivos, en contraste con la década precedente en que
ejercieron siete presidentes. Es un momento oportuno para ensayar un escueto
balance de la gestión del presidente saliente y avizorar el incierto futuro del
país.
Lo bueno: Correa logró mantenerse en el poder gracias a tres
mandatos consecutivos democráticamente elegidos y a su aprobación popular (en
promedio de 80%) durante el período de auge económico (2007-2013). Es un mérito
atribuible al hecho que en ese lapso realizó impresionantes obras de
infraestructura vial y energética, centros de salud, escuelas y vivienda
popular. Las políticas sociales y el notable crecimiento económico promedio de
4,3% anual contribuyeron a aumentar la clase media en 17%, al ritmo que se
reducía la pobreza (de 38% a 23%) y la desigual distribución del ingreso (el
coeficiente de Gini cayó de 0,54 a 0,47). El “milagro ecuatoriano”, según el
carismático jerarca.
Lo malo: Lo execrable de su mandato, sin embargo, fueron sus
crecientes violaciones de los principios básicos de la democracia: recortando
la independencia de poderes y de los organismos de control, estatizando o
amenazando a buena parte de medios de comunicación, atacando o creando sistemas
paralelos a las organizaciones campesinas y sindicales, entre otras
limitaciones a las libertades más elementales.
Lo feo: Embelesado por los ingentes ingresos fiscales del petróleo,
Rafael Correa dejó de lado el objetivo económico básico de su programa: la
transformación de la matriz productiva para evitar –una vez más– la “maldición
de la abundancia”. Así, el grueso de la actividad económica y de los recursos
fiscales siguieron dependiendo de las exportaciones primarias (petróleo,
plátanos y crustáceos representaron el 78% del total de exportaciones y
alimentaron el crecimiento del resto de la economía).
Peor aun, a pesar de ser un economista bien preparado, por su
exagerado optimismo olvidó que había que guardar pan para mayo, ya que el ciclo
de auge del petróleo no podía durar eternamente. En efecto, luego de ocho años
en que rigió un elevado precio promedio de US$85 por barril, cayó drásticamente
a partir de mayo del 2014, anclándose en US$45.
Paralelamente se revaluó el dólar
y se devaluaron las monedas de los países vecinos del Ecuador, procesos que
–siendo una economía dolarizada de jure– desembocaron en la pérdida de
competitividad, derrumbando las exportaciones, obligando a asumir crédito
externo oneroso y agravando la recesión iniciada hace dos años y que este 2017
sería aun más grave (-2,9%).
El futuro: ¿qué podemos esperar
de los cuatro años del gobierno de Moreno, hasta que Correa intente regresar al
poder en el 2021? Evidentemente realizará ajustes en la balanza de pagos y
recortará el déficit fiscal (7,5% del PBI), proceso que implementará
gradualmente (a diferencia del shock que habría aplicado su derrotado
contendor, el banquero Guillermo Lasso).
De otra parte, es conocido el
esfuerzo concertador de Moreno, incluyendo acercamientos a los grupos más
poderosos y contestatarios del período correísta, el campesinado y buena parte
del gran capital oligopólico nacional y transnacional. Esa actitud respondería
a su afable modo de ser y, sobre todo, al hecho que –a diferencia de Correa que
contaba con dos tercios de los parlamentarios– solo dispone del 57% (74 de 130)
de los congresistas, los que por sí solos no pueden aprobar leyes orgánicas, entre
otras atribuciones para cumplir sus promesas electorales. A fin de cuentas, los
consensos y las alianzas permitirían suavizar los conflictos y asegurar un
avance más aderezado de la “revolución ciudadana” que traicionara Rafael
Correa.
Finalmente, son múltiples los
espinosos retos adicionales que debería acometer el nuevo gobernante, a pesar
de exigir una muy compleja implementación política, más que solo financiera:
empezar una verdadera lucha contra la corrupción, recuperar la desplomada
competitividad de la economía restableciendo muy paulatinamente un manejo
monetario propio (por más que se trate de un tabú, ya que aún 85% de la
ciudadanía apoya la dolarización oficial vigente desde el 2000), cumplir con
las normas medioambientales que se han venido violando por las apuradas
concesiones mineras y petroleras, restablecer la libertad de prensa y restaurar
la independencia de poderes, incluida la del Banco Central. Menudos desafíos si
pensamos en lo difícil que es desmontar todo el aparato represivo de un
gobierno.
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