Las ideologías, en mi opinión, no son aceptables en este
Siglo, si deseamos avanzar hacia un mundo mejor y con muchísima menor
desigualdad estamos obligados a defender o contradecir ideas que, en un
principio indudablemente, fueron base fundamental para separar, en términos
gruesos, la lucha entre los que tienen mucho y los que no tienen nada.
Defenderé siempre ideas, existen tanto en el poder cuanto en
los que exigen justicia y mayor igualdad, buenas y malas naturalmente, cuestión esta última para el sector que no la
propone y sólo es necesario conocer al autor de la misma para objetarla sin
misericordia ni analizar ni justificar nada. En suma un diálogo de sordos.
El señor Luís García Miró Elguera vive anclado en el pasado y
no desea ni acepta cambio alguno.
Expresarse y opinar es invitar a quién lee a aprobar o
contradecir lo que se haya escrito o dicho, la “libertad de expresión” es, como
dudarlo, el derecho a expresar lo que se piensa respecto de uno o más temas en
particular estemos o no de acuerdo con quién respecto de ellos ha manifestado
su posición, fatalmente boicoteado por el poder; pongamos como ejemplo este
artículo y mi comentario. Veamos:
Lo que piensa y transmite el señor García Miró podrá ser
leído-eventualmente. por todos aquellos que compren el Diario Expreso y muchos
tendrán algo que escribir sea en favor o en contra, pero esas opiniones no se
conocerán, lo mismo sucede con el único diario cuya “línea editorial” no es
compartida por los dueños de “Expreso” con la salvedad que si uno desea opinar
debe hacerlo sólo si tiene una cuenta en alguna red social, si los que tienen
algo que escribir no les da la gana de tener una cuenta, como es mi caso, no
tienen derecho a hacerlo.
En consecuencia, los que gozan de una tribuna en los medios
primero deben pensar como los dueños –el que exista un columnista u opinante
que discrepe moderadamente de su línea editorial es la zanahoria que impulsa caminar al burro.
No es patrimonio de la “derecha” ni de la “izquierda” son
gemelos, el pueblo a fin de cuentas son verdes en sus bolsillos y bueno siempre
un pedazo de zanahoria es necesario.
La “libertad de expresión” para personas de “rancia
aristocracia” o “las que se autodefinen como defensoras de la lucha popular”
será respetada si quien opina comparte sus ideas, en consecuencia, acierta el
señor García Miró cuando sentencia esta discriminadora costumbre en gente que piensa distinto a él, fatalmente olvida
la enorme viga que no sólo le nubla la mirada, también su capacidad de pensar.
Comparto su artículo y el comentario que me inspira, reducido
a quienes lean mi blog tan distante de Expreso como el Perú de Nueva Guinea.
EL MUNDO AL REVÉS
La libertad de expresión amenazada
Fecha Sábado 14 de enero del 2017 | 5:08 amTag ,Luis Garcia Miró Elguera Diario Expreso digital.
Según las redes sociales, la voz
corrección-política proviene del marxismo-leninismo. Con el tiempo fue adoptado
por la progresía para inventar términos que sustituyeran expresiones que ellos
consideraban segregacionistas, machistas u ofensivas a ciertos grupos sociales.
Hoy una vertiente del movimiento políticamente correcto se empeña en eliminar
la palabra homosexualidad, reemplazándola por el término opción sexual (incorrecto, “orientación
sexual es el nombrecito- más tanto esta como aquella son frases que están muy
lejos de definir la homosexualidad). Es más, a todo aquel que no respete las
reglas políticamente correctas de la progresía ahora se le califica de negrero,
machista, racista, patriotero, homófobo, nazi. En síntesis, hablamos de un
mecanismo represivo de la izquierda dirigido a neutralizar la respuesta y el avance de la derecha.
El movimiento políticamente correcto objeta la mismísima noción de la realidad,
y fundamentalmente castra todos los principios de la libertad en general.
Aunque más propiamente dinamita las libertades de expresión y opinión. Sobre
todo en lo referente al asunto de la igualdad de género, exacerbada en estos
tiempos como una corriente de supremacía conquistadora del colectivo gay (estoy de acuerdo)
En el fondo el concepto de lo
políticamente correcto simboliza a una tendencia social heredera del raciocinio
estalinista, apelando al simplismo de relativizar todo lo que no cuadre con el
plan socialista conceptualizándolo de falaz, racista, opresor y corrupto. Es la
anulación automática de la opinión ajena degradándola a niveles de vileza y
crueldad, apelando al insulto descalificador y a la difamación convertida en
dogma, al extremo que su meta final es la muerte civil de quienes piensen
distinto al socialismo. (es probable,
pero no le pierde paso el señor García Miró y al sector que representa)
Aunque lo más injuriante del
pensamiento políticamente correcto es la metodología de su doble discurso. Es
la hipocresía elevada al infinito. El mal paso del opositor se transforma en
acción positiva siempre y cuando quien la practique sea algún hermano
socialista. Más ofensivo todavía es el comportamiento de la canalla
políticamente correcta, que, como Fuenteovejuna, ejerce el todos a una. Si
algún integrante de la mafia izquierdista comete cualquier acto ilícito,
inmediatamente acaba arropado –y temporalmente asilado- por la avanzada
mediática políticamente correcta (debe
mirar, leer, y enojarse con todo el circo montado alrededor de Odebrecht sólo
este reconocimiento podría tornar aceptable su posición y he leído más de uno
de sus comentario sobre el tema), hasta lograr el hartazgo de la opinión
pública y conseguir el efecto buscado (es
lo que el poder está haciendo en el caso Odebrecht): que el hermano
delincuente supere el trance de la denuncia pública, guardando hermético
silencio en tanto los opinólogos zurdos se encargan de lanzar alguna cortina de
humo disuasiva que le permita sacudirse de culpas incordiando al enemigo de la
derecha achacándole presuntos escándalos (en
el caso Odebrecht están metidos hasta las narices el 90% de sus “hermanos” y
nadie los saca a la palestra, ¿O usted a emplazado a alguno?). Esta
metodología de la mafia políticamente correcta funciona a la perfección a base
de inventar, disimular, desconcertar y engañar. Pero claro, ay del opositor
centro-derechista que haga lo mismo. Acabará achicharrado por la prensa progre
y condenado por esa justicia que domina la izquierda. (Bueno, si echamos un vistazo a la “prensa progre” llegaremos a la
conclusión que por cada medio con ideas izquierdistas existen no menos de cinco
derechistas y seguro me quedo corto)
Como hemos acotado, el movimiento
políticamente correcto apunta al linchamiento de las libertades universales.
Empezando por la independencia de expresión y opinión. Quien abrigue conceptos
diferentes a la doctrina socialista se convierte en objetivo del clan. Sus comentarios permanentemente
serán ignorados (¿Cómo actuará
usted respecto de mi opinión señor García Miró?) y su imagen quedará
deshonrada y calumniada al amparo de cualquier artilugio concebido en nombre
del político-correctismo. Cuidado nomás que esta tendencia acabe convertida en
el “Yo Acuso” postmodernista, dirigido a suprimir la libertad de prensa en el
mundo.
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