El UNIVERSAL – Caracas -
Venezuela
Una de Arguedas
RICARDO GIL OTAIZA
19 de enero de 2017 05:01 AM
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Una de Arguedas
Cuanto agradecemos los buenos
lectores el que se nos entreguen libros rescatados del olvido; obras perdidas
en las neblinas de los tiempos, que quizás no hallemos ni siquiera en las
bibliotecas públicas. En esta oportunidad la editorial española Drácena nos regala
una de las novelas arquetípicas de la experiencia carcelaria en lengua
española: El Sexto (2016), del escritor peruano José María Arguedas
(1911-1969), con Prólogo de Fernando Iwasaki. Como se supondrá, se trata de un
texto desgarrador, profundamente escatológico, que nos muestra el submundo de
las cárceles latinoamericanas (quizás planetarias), en donde languidecen
cientos de miles de seres apartados de la vida, que por infinitas razones (a
veces simplemente el infortunio) caen en un centro penitenciario para empezar a
vivir el horror de la supervivencia; la marcha inexorable hacia la muerte.
En la reseña biográfica de
Arguedas, hecha por los editores Elena Butterini y Gastón Segura, nos enteramos
de que el libro nos narra una experiencia autobiográfica del autor, quien en su
juventud (apenas con 26 años) fue detenido y confinado en el penal limeño de El
Sexto, por haber participado “en la algarada estudiantil contra la visita de un
general de la Italia fascista”. En la novela el autor aparece bajo el nombre de
Gabriel y desde su entrada al penal establece estrecha amistad con un personaje
extraordinario llamado Cámac, quien en lo sucesivo hasta su muerte se
convertirá en su protector y mentor. La experiencia reveladora que el joven
despierta en el viejo luchador (respetado por apristas y comunistas por ser
emblema de los valores civilizatorios) vendría a ser como dicen los editores
una especie de “epifanía”, que azuza en Cámac su raíz atávica y marca un punto
de inflexión en la vida de los personajes para hacer de la novela un texto
modélico, de lectura exponencial y de raigambre telúrica. Nunca antes se habían
narrado en América Latina hechos de esta naturaleza con tal hondura y
desprendimiento como lo hizo el autor peruano; de allí su importancia e
impronta en el contexto literario.
A pesar de contarnos el autor en
El Sexto episodios abyectos, repulsivos, rayanos en lo inhumano por su carga de
ferocidad (la burda explotación sexual, el tráfico de drogas, el abuso de
poder, la relativización de la vida, la guerra ideológica y entre partidos, el
desvarío de lo humano, entre otros aspectos), busca revelarnos entrelíneas
ráfagas de esperanza en medio de la sordidez del drama, hasta levantar de todo
aquello un tinglado desde donde se enarbolan los principios de una nueva nación
(la peruana), y de un nuevo continente en donde todo lo contado ya no sea posible.
Las circunstancias puntuales de los personajes y de la trama en un medio tan
brutal como el descrito, es una clara representación de lo social, de lo que
acontece en la Lima de Arguedas, así como de la revolución interior (tal vez
psíquica y espiritual) que marcará al novelista hasta llevarlo décadas después
a la depresión y al suicidio.
No obstante el peso de lo soez en
las páginas de Arguedas, que podría llevar a algunos lectores al abandono
prematuro y definitivo de la novela, hay en ella ráfagas de prosa poética,
deslumbrantes por su belleza, sublimes por la intención estética (e
ideológica), que traen consigo cierto equilibrio necesario en un texto
desconcertante y denso. Sin más, y como oasis en medio del desierto, Gabriel
nos cita un párrafo de El Quijote y unos versos de Walt Whitman, que se erigen
en breves destellos que presagian una redención: tal vez la llegada de un nuevo
día, en el que lugares como El Sexto, y lo que en él se daba, no tenga cabida
jamás en nuestras vidas.
@GilOtaiza
rigilo99@hotmail.com
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